¿Quién no tiene una televisión en su casa hoy en día? Los podemos contar con los dedos de una mano. La televisión se ha convertido, desde hace una década más o menos, en un aparato imprescindible en los hogares. Incluso a la mayoría de las familias no les basta con una televisión, sino que tienen varias repartidas por su casa.

La tele es un símbolo de entretenimiento y diversión. Esto es lo que piensa mucha gente que se pasa las horas muertas viéndola, sin darse cuenta de que lo único que hace ese dichoso aparato es robarles tiempo, privarles de hacer otras actividades más saludables que tumbarse en sofá y crear una adicción en ellos, tan fuerte como la droga. Esto lo digo por experiencia propia.

Es posible que algún día nos demos cuenta de todo el tiempo que perdemos de disfrutar de otras cosas de la vida y buscar la felicidad en ellas y no en unos minutos de entretenimiento.

En los tiempos que corren hasta los niños pequeños son un poco adictos a la televisión. En vez de jugar, saltar, correr, dar un paseo con sus madres…, lo que hacen es agarrar el mando de la televisión, sentarse en sofá y pasarse la tarde viendo dibujos animados o la serie más estúpida de la televisión: «El chavo del 8″. Y sus madres, «super satisfechas» por tener a sus niños tranquilos encerrados en casa, y no jugando al aire libre.

Por otro lado, la adicción a la tele en los jóvenes hace disminuir su responsabilidad frente a ciertos asuntos como los estudios.
Muchos jóvenes pasan al menos tres horas diarias tumbados en su sofá, con el mando de la televisión en la mano y alelados viendo su programa, serie o película favorita. La televisión es culpable de un alto porcentaje de los fracasos escolares, a parte de glorificar la zafiedad en algunas series.

Por último, hablemos de la tercera edad, estas personas que tienen su vida casi pasada y que en parte hablan tan mal de la televisión.
Por desgracia, otras personas mayores encuentran en la televisión una compañía y se cierran cada vez más cuando lo que en realidad les da ese «electrodoméstico» son algunos problemas, por ejemplo: a muchas personas mayores les conviene caminar un poco, por su propia salud y a otras por salir de casa y no caer en una depresión. Y a otras personas la televisión les daña la vista.

En resumidas cuentas, entretenerse con la televisión y enviciarse con ella sólo acarrea problemas.

Con esto no quiero decir que no pueda verse la televisión porque, como ya he mencionado, yo veo un poco la tele casi todos los días. Lo que quiero decir es que lo que realmente perjudica es convertirse en un adicto a ella, pasarse tres o cuatro horas al día viendo la tele sin darte cuenta que te está «comiendo el coco» mientras tú piensas que te estás divirtiendo.

Posiblemente después de leer este artículo creeréis que soy un bicho raro por criticar tan duramente ese «magnífico y divino aparato». Lo que ocurre es que me he dado un poco de cuenta de todos los momento que perdía de disfrutar y vivir a fondo, dedicándolos a contemplar un ser «inanimado».

¿Por qué en vez de coger el mando a distancia no cogen una revista, unos tebeos, un periódico, una novela,… como en los viejos tiempos? Por una sencilla razón: la vagancia y el vicio que crea la tele.

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