El pasado día 22 de marzo salimos los alumnos de 1º de Bachillerato del IES Santa Clara junto con Mercedes Gómez, Daniel Luis Bedia y Silvino Corada a las 6:00 horas desde Santander, con destino a Italia.

Cargamos nuestras maletas y equipajes en el maletero llenos de ilusión. A pesar de ser tan temprano, estábamos despiertos y entusiasmados por la aventura que nos aguardaba. Pero nuestras inquietudes se fueron calmando a medida que nos adentrábamos en territorio francés. Tremendamente cansados, caímos rendidos en la cama de nuestro primer hotel en Niza.

Al día siguiente visitamos Pisa y pasamos allí toda la mañana y parte de la tarde. Fue necesario utilizar un autobús público desde el aparcamiento al centro de Pisa. Desde lejos, tenía la apariencia de tratarse de un pequeño pueblo turístico. Al entrar a la plaza de Miracoli pudimos ver, perplejos y de repente, el baptisterio y ¡cómo no! su tan conocida torre que parecía querer asomarse curiosa por la catedral para observar a los turistas que acudían a ella y que acaparaba casi toda la atención por su peculiar posición.
Aunque había visto la escena en libros y postales, me sorprendió estar viéndolo de forma directa, era como si mis ojos no fueran capaces de abarcar todo lo que me rodeaba en esos momentos.

Nuestro tercer día lo pasamos por completo en Florencia, la cuna del Renacimiento, la Atenas de Italia. Recorrimos los lugares más representativos acompañados de un guía; la Piazza de Santa Croce- donde descansa Miguel Ángel y otros muchos artistas- o la catedral florentina que desafiante, de mármol verde, blanco y rojo, es el corazón de la ciudad. Acompañándola, la torre del campanario y el baptisterio románico de San Juan.

A pocos metros está la Plaza de la Signoria, donde se alza el almenado Palazzo Vechio y el museo de la escultura al aire libre. Repleta de gente, en su mayor parte turistas, y numerosas palomas que revoloteaban por allí, configuraban a Florencia un cierto desorden y una intensa vitalidad. Ahí se hallaba también una copia exacta del David de Miguel Ángel, y a continuación el sobrio Palacio de los Uffici, así llegamos a un mirador, con vistas al más famoso puente que atraviesa el río Arno, por haber permanecido ileso a inundaciones e incendios a lo largo de la historia.

Durante las comidas, en grupos, organizábamos el tiempo libre para que diera de sí, y consultábamos los planos para seleccionar las visitas de interés. El día terminó en un mirador que se encontraba en un alto, al otro lado de la ciudad, y donde se podía admirar, desde una posición privilegiada, una magnífica vista de la ciudad al completo. Ya estaba anocheciendo y hacía mucho frío, pero seguíamos sacando fotos. Me entristeció tener que despedirme de esta ciudad que emanaba arte por todos sus poros.

El día 25 de marzo alcanzamos la región del Venetto y empleamos nuestro tiempo en recorrer Padova, nos dividimos en grupos y quedamos a una hora con los profesores. Antes de nada fuimos a comer, hay que decir que la comida italiana está deliciosa tanto la pasta como las pizzas, las heladerías son muy numerosas y cuentan con una amplia gama de sabores … ¡mmmmh…! Una amiga y yo no pudimos resistir la tentación y ¡no pasó un solo día en que no saboreáramos un helado italiano!

Después recorrimos la zona de la Universidad, que es una de las más antiguas que existen, y tras visitar la Basílica de San Antonio mártir -que según cuenta la tradición concede novios- tuvimos que volver al autobús, que era ya como nuestra casa. Y nos preparamos para la visita que nos esperaba al día siguiente: Venecia.

Y por fin llegó el día, llegamos a Venecia en una lancha. A medida que nos acercábamos, y con cuidado de que el sol no nos cegara, distinguíamos las construcciones más sobresalientes y nuestras ganas por llegar eran cada vez mayores. Recorrimos todo el muelle y atravesamos unos cuantos puentes llenos de historia, entre ellos el Puente de los Suspiros, donde algunos de mis compañeros no pudieron resistir la tentación de sacar la cámara, y es que miraras donde miraras había donde sacar una buena foto.

Llegamos a la Piazzeta, que comunicaba el muelle con la Plaza de San Marcos. La Basílica es impresionante, si su arquitectura es deslumbrante, su interior aún más. Allí nos esperaba una guía, que nos describió y explicó muy bien todo lo que nos rodeaba, y entramos con ella a la Basílica. Al salir, nos dirigimos a una fábrica de Murano y asistimos a la fabricación de un caballito que esculpieron con una gran rapidez. Aprovechamos para comprar algún recuerdo y nos dejaron tiempo libre para descubrir Venecia por nuestra propia cuenta. Caminamos por las estrechas callejuelas y atravesamos puentes que se repartían a lo largo del Gran Canal. Es una ciudad alegre, sus gentes son muy abiertas y hay música por las calles. Los rayos de sol que conseguían relucir en los canales producían un brillo que los hacía parecer hilos de plata. Las góndolas fluyen en sentido de la corriente y los pirulíes que emergen dan un aspecto divertido y singular. Luego montamos todo el grupo en Vaporetto para acceder a determinadas zonas y contemplar los numerosos palacios ribereños. Antes de marchar compré una máscara de la comedia del arte, me costó mucho elegirla porque había tantas…y todas tan originales…

Nuestro sexto día, en Verona. Lo primero de todo, conocer la casa de Julieta, estaba en un patio, la entrada era de arco, y las ventanas y el balcón, como había imaginado. Después de dividirnos en grupos, fuimos al anfiteatro La Arena y entramos a verlo por dentro. Estaban preparando una ópera, porque se celebra un importante festival cada año. Imaginé todo lleno de gente de esa época, animando las batallas, las fieras y demás espectáculos que podían haber tenido lugar.

En Milán visitamos la catedral repleta de vidrieras que recubren ambos laterales y hacen mezclarse colores en el ambiente y escapar de la sobriedad de otras catedrales. Junto a ella, las Galerías de Vittorio Emanuele II, albergaban tiendas y cafés. Tuvimos tiempo libre para comprar regalos, había unos escaparates que daban ganas de llevarlo todo a tu casa.
Y agotados, volvimos a Santander, en un viaje que no resultó muy pesado, tal vez porque íbamos todos juntos hablando a ratos, escuchando música , durmiendo, jugando a las cartas… Además hicimos varias paradas, en Génova, Carcasón… Mientras, recopilé todos los sitios en los que había estado y pasó por mi mente una película con los mejores momentos del viaje, como he hecho ahora, y aunque teníamos ganas de llegar a casa y dejar de ser tan nómadas, estoy seguro de que a ninguno de nosotros nos hubiera importado alargar nuestra estancia allí.

¡Creo que si mis compañeros han disfrutado y sentido lo mismo que yo, nunca olvidarán este viaje!

Trabajo original