La humanidad está yendo hacia un camino en plena decadencia y va a tener que plantearse seriamente cómo resolver este caos para que podamos salir de la situación.

¿Quién iba a pensar que los únicos supervivientes de la catástrofe que estamos provocando en nuestro planeta, serían las mismas personas del Tercer Mundo? En un futuro, si no conseguimos arreglar la situación actual, y continúa la destrucción, acabaremos cayendo y ellos serán los que, por primera vez, disfruten de una libertad que les hemos prohibido.

La búsqueda que toda la humanidad hace desde el principio de los tiempos hasta hoy es el encuentro del agua. Es lo más importante, por encima de los alimentos, las relaciones y el trabajo. El agua es la base de toda vida, sin ella no podemos hacer ni conseguir nada. Precisamente la desaparición de este líquido es una de las cosas más preocupantes, pues poco a poco nos estamos quedando sin él. De los 1.400 millones de kilómetros cúbicos de agua, un 97 % constituye el mar. Sólo nos queda un 3% de agua dulce, de los cuales tres cuartas partes se encuentran congeladas en los polos o en zonas inaccesibles. De esta forma, aproximadamente un 1% es de lo que disponemos para abastecernos.

El pequeño porcentaje de agua que se encuentra en los ríos y bajo tierra está contaminándose debido a que las industrias y nosotros mismos, arrojamos productos químicos a esta fuente de salud de la que disponemos. Incluso una pequeña pila de reloj, puede contaminar por varios kilómetros el cauce de un río. Además, el calentamiento global de la Tierra está produciendo que el agua de los polos se deshiele y se mezcle inevitablemente con el mar

Así pues, estamos reduciendo cada vez más el agua potable que estamos dispuestos a beber. Sólo nos queda depurarla, pero supone un terrible gasto y un esfuerzo enorme para todos los países del mundo. Además, no siempre se consigue limpiar este agua lo suficiente para conseguir un líquido tal y como encontrábamos al principio.

Podemos añadir a esto que nos estamos volviendo cada vez más escrupulosos y sensibles. Hace años, nuestros abuelos bebían agua directamente del río o de algún manantial, sin necesidad de utilizar el cloro para matar a las bacterias. Hoy en día, no bebemos el agua que sale del grifo. Nos compramos botellas de agua mineral, sin bacterias, ni nada de eso que siempre hemos tomado. Lo único que estamos haciendo es debilitar nuestro sistema inmunológico. No tenemos defensas que hagan frente a las bacterias más comunes, cayendo enfermos cuando alguna de estas nos ataque. Pero esto no es todo. Cuidamos la limpieza, hasta puntos extremos, de todo lo que nos rodea. Nuestras generaciones anteriores no sabían lo que era el asma, ni las alergias, al polvo o al pelo de los animales, precisamente porque estaban rodeados continuamente de esa beneficiosa «suciedad».

Volviendo al tema del agua, ¿qué pasará  con la humanidad cuando ya no exista algo potable que beber? Una de las teorías que estudian los pensadores es que caeremos enfermos y moriremos, porque no estamos preparados para beber de esa agua. Sin embargo, las personas del Tercer Mundo, podrán beber sin preocuparse del agua estancada de las charcas y habitando entre el polvo y los animales, pues serán capaces de soportarlo sin problemas.

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