‘Cine restaurante’ es, según su autor, la crónica de una sesión normal en un cine cualquiera para ver una película corriente. Palomitas, bebidas con pajita y un insoportable parloteo son los protagonistas.
Sesión de vermú. En el suelo ha crecido una frondosa y crujiente vegetación de bolsas y palomitas que los espectadores más limpios han dejado como prueba de su educación.
Tras una sesión de «trailers» y anuncios comienza la película. Hasta pasados cinco minutos, muchos espectadores no se dan por enterados y mantienen un animado parloteo.
La película no tiene explosiones ni tiroteos, así que el sonido ambiental de la sala se escucha con total nitidez. Es un sonido formado por docenas de mandíbulas masticando palomitas como si no hubieran comido en tres días, y sorbiendo de las pajitas.
Como no podías ser de otra forma, el graciosillo de turno empieza a dar muestras de su esquelético ingenio en voz alta. Como va acompañado de una jauría de amigotes en celo, lo animan a comentar cada escena con algún comentario obsceno o burlón, que pone en auge su coeficiente intelectual.
A mitad de la proyección las provisiones de palomitas se agotan y los dedos escarban en el fondo de las cajas como si les fuera la vida en ello. Al mismo tiempo, las pajitas persiguen las últimas gotas del refresco hasta el último rincón del envase. Para redondear la sesión, algunos de los que han devorado las palomitas desenvuelven con una lentitud exagerada sus chocolatinas. Algunos lo hacen con buena intención, para hacer menos ruido; pero… ¡no, amigo! ¡Cuanto antes acabes, mejor!
Al final de la película, la gente se levanta y surge del suelo un agónico estrépito de palomitas fugitivas en el cine restaurante.