Las aventuras y sorpresas de cuatro niños que, por un cambio de cartel, se ven atrapados en el castillo de la bruja Ágata, contra la que deberán emplear todas sus armas para recuperar la libertad.
Érase una vez cuatro niños: Tomy, Chuky, Mary y Harry. Éstos quedaban todos los días por la noche para contar historias de miedo, hasta que una noche fueron al bosque y… se les gastaron las pilas de las linternas, ¡sólo funcionaban dos!
Acabaron de contar historias y quisieron volver a casa por un sendero cercano, pero se chocaron con dos carteles en los que ponía: pueblo y peligro. Ellos no lo sabían, pero los carteles los había cambiado la malvada bruja Ágata que quería que fueran hacia el pueblo fantasma. Cogieron el camino que pensaron que era el bueno y llegaron a una cima desde la que se veía el pueblo fantasma con su terrorífico castillo.
Bajaron la ladera con dificultad y fueron a pedir ayuda al único sitio que parecía estar habitado: el castillo. En el buzón de la entrada, que a duras penas sobrevivía, se veía escrito el nombre de Ágata. Tomy, Harry y Chuky entraron y Mary chutó el felpudo con rabia porque se habían perdido. De pronto…vio como algo brillaba, alumbrado por el reflejo de la luna, ¡era una llave! Mary la cogió y se quedó pensando de donde podía ser. En la llave había unas iniciales: llave b. Mary pensó: «Llave buzón, claro». Le abrió y en el interior había un papel viejo, una especie de manuscrito que no le dio tiempo a leer porque sus amigos la estaban llamando.
Chuky se puso a jugar con la linterna que parpadeaba porque apenas tenía pilas; cuando ésta se apagaba las antorchas de la derecha se encendían y viceversa. Alumbrados por las antorchas oyeron una voz que decía: Bienvenidos a mi castillo. Espero que os lo paséis muy bien. ¡Ahora empieza el juego! Ja, ja, ja,… Cerraron los ojos porque algo les deslumbraba y cuando los abrieron… ¡cada uno estaba en una celda, todos menos Mary que estaba en una habitación sin ventanas ni puertas!
Los chicos pudieron escapar porque los barrotes estaban oxidados. Salieron por una puerta y se encontraron al lado de un árbol, que cuando le tocaban aparecía una bruja y les hacía una pregunta. Si la acertaban les pasaba algo bueno y si la fallaban algo malo. Les preguntó: ¿Las brujas siempre tienen que llevar gorro, escoba y toquilla? Chuky dijo que no a bulto, y Tomy le riñó porque dijo que en todos los cuentos aparecían con eso. Pero la respuesta del árbol fue: Respuesta correcta. Si las brujas no llevan esa ropa es más difícil reconocerlas. Ahora os pasará algo bueno.
Y eso ocurrió, porque aparecieron todos en su cama. ¡Sólo faltaba un cuarto de hora para entrar al cole! Como todos los días, se encontraron en la plaza para ir juntos, pero… ¡faltaba Mary! Chuky habló de su sueño y se dio cuenta de que todos habían soñado lo mismo, pero el que no estuviera Mary les hacía temer que en realidad no hubiera sido un sueño. Por eso se lo fueron a contar a sus abuelos, con los que vivían, pero al llegar vieron que la bruja les había raptado y no les volverían a ver jamás.
También los niños, y por un maléfico hechizo de la bruja, aparecieron atados y al lado de una gran hoguera. ¡La bruja les quería quemar! ¡Y Mary seguía sin aparecer! Ella seguía encerrada en aquel cuarto y no podía salir. De repente se acordó del papel que se había encontrado en el buzón. Le leyó y ponía: Binirius Glorius Si Ibris De Liberty. Al leerlo en voz alta apareció delante de la hoguera donde la bruja iba a quemar a sus amigos. Rápidamente los desató y los niños pudieron escapar. Pero… ¿cómo podemos matar a la bruja? -pensaron-. Se acordaron de que su vecino era un gran sabio, muy raro, que hacía cosas extrañas. Fueron a su casa, se lo contaron y fueron al castillo. Allí el sabio ganó a la bruja en una intensa lucha y murió.
Han pasado los años y los niños ya no son niños, sino mayores y han escrito un libro sobre lo que les pasó esa noche y se titula: Todo por un cartel.