Había una vez una niña llamada Lucía que tenía un hermano gemelo de 10 años que se llamaba David. David siempre está fastidiando a su hermana.
Desde que tiene seis años, David quiere tener un diario para molestar a su hermana, escribir quién le gusta .…
El cumpleaños de Lucía era ese día. Y le regalaron un diario y un lápiz.
– Ese lápiz es precioso -dijo David-.
El lápiz es de colorines: rojo, azul, verde, añil y muchos más. David subió a su habitación y empezó a escribir.
David dijo:
– Como es mío, puedo escribir con faltas de ortografía. Pero como el lápiz es mágico –dijo- tengo que escribir sin faltas.
Cuando David escribía, Lucía también escribía que estaba harta de su hermano. Cuando su hermano se durmiera le iba a quitar el lápiz.
Y se lo quitó y empezó a escribir.
Preguntó Lucía:
– ¿Nunca se gasta esta punta?
Dijo el lápiz:
– No.
– ¡Está hablando!. ¡Claro que sí! Mi hermano no lo sabe.
– No lo sabe, no se lo has dicho.
– Claro que no, porque si se lo cuenta a sus amigos se pelearán y me romperán.
– Y si te rompen, qué pasa, qué ¿desaparecerán los colegios?
– Los colegios ¡sí! Los colegios desaparecerán y los que ya no van al colegio se olvidarán de lo que han aprendido.
– Pero por eso no pasa nada.
– Claro que pasa algo y que pasa, lo primero morirían. Además los que me toquen después también morirán. Y lo último: los que engañan a los niños con juegos de pagar, ellos aprenderían más de contar y todo lo de mate.
– ¡Oh, eso es horroroso! ¿Por eso cuando te compré eras todo azul?.
– Pero ¿por qué me lo cuentas a mí?
– Porque sé que a ti te gusta el colegio y los niños. Aunque todavía eres una niña.
– Yo ya tengo 10 años, no soy una niña.
– ¡Ay, cuándo aprenderán……!
– Cambiando de tema -dijo Lucía- yo te robé, mi hermano se dará cuenta, pero si pones otro lápiz en su cuarto no se dará cuenta.
– ¿Pero dónde cojo un lápiz de tus colores?
– Cógeme y di «conviértete en un lápiz de colores».
Y la niña lo dijo y el lápiz se convirtió en otro exactamente igual al lápiz mágico.
– Ahora ¿cuál es el verdadero?
– Claro. El lápiz que hable es el verdadero. Bueno, me voy a dormir.
– ¿A las 10 de la mañana? ¡Ya son las 10!
– Sí, claro que sí ¡Oh no! Llego tarde a clase.
– Cógeme e iremos más rápido
– Vale -dijo Lucía-