Espido Freire visitó el IES Valle de Camargo el lunes 23 de mayo para presentar su última obra ‘Juegos míos’. Dos alumnas del instituto camargués nos cuentan cómo fue el encuentro con la escritora ganadora del premio Planeta 1999.
Juegos míos da nombre a un libro de cuentos en el que Espido Freire ha reunido tres obras distintas: El tiempo huye, Quedemos para la merienda y Bestiario. Con su peculiar estilo, la autora trata de jugar con el lector, con sus sentimientos, y es un texto que le gusta especialmente por un par de motivos: son cuentos y todos ellos tienen un toque de perversidad. A Espido le gusta el género corto, se siente cómoda escribiéndolo: son textos intensos en los que diversos acontecimientos se desarrollan simultáneamente, se puede manipular al lector, y, si son buenos cuentos, dejan huella en el recuerdo de la lectura. Por otro lado, todos estos relatos presentan como nexo temático común la maldad, la incertidumbre y la sospecha indefinida. La autora está convencida de que en cada uno de nosotros hay un cierto toque de crueldad que solemos mostrar en la vida cotidiana: en el supermercado, en el trabajo, la familia y con nuestros amigos… Estas diferentes versiones de la maldad, se asoman en cada una de las partes que componen el libro: En El tiempo huye vemos la presencia del mal en la sociedad; en Quedemos para la merienda, cambia la perspectiva haciéndose más intimista: la familia, el círculo más próximo de amigos acogen la perversión más sutil y, por último, en Bestiario, el mal aparece como algo abstracto, poco definido. La bondad y la maldad no presentan nunca fronteras claras; el conflicto entre ser y aparentar es otra obsesión literaria de Juegos míos: hay secretos que se callan por vergonzosos, y los personajes (las personas reales) sometidos a la convención social ocultan su verdadero ‘yo’.
La materia literaria de sus cuentos es un ‘chispazo’ que ilumina la realidad de una forma diferente, dando paso a la ensoñación, a la imaginación, a la recreación de otra realidad. Cree Espido Freire que fue en su adolescencia de ‘niña prodigio’ de la música, cuando se dio cuenta que los adultos (todas las personas en general) utilizaban el chantaje emocional, el sexo, las influencias, la mentira, las formas indignas para conseguir sus propósitos. En realidad, no importaba tanto lo que uno era, lo que estaba capacitado para realizar, sino la forma de alcanzarlo: sin escrúpulos y a partir de la maldad y la astucia. Durante años sufrió este enfrentamiento entre su propio sistema de valores, lo que le habían enseñado que era lo correcto, y el funcionamiento del mundo adulto. El silencio dominó durante un largo trecho de su adolescencia y se dedicó a mirar y escuchar, y escribir sus impresiones en un diario y cuentos. Se dio cuenta así de que el ser humano no es bondadoso y de que nada es lo que parece en esta vida.
Así, desde los cuentos, Espido Freire tocó temas que le interesan muy especialmente como es el rol que la sociedad ha dado a hombres y mujeres. En primer lugar denunció el retroceso que estamos viviendo en los últimos años con respecto a la igualdad de género. La educación se encuentra sola frente a los poderosos medios de comunicación que presentan una y otra vez la idea de que somos “piezas para cazar o ser cazadas”. La publicidad presenta mujeres jóvenes, guapas, ricas (estatus que les concede su pareja) y tontas. El hombre es socialmente el individuo rentable. Espido Freire está en contra de estas ideas, en especial las que se extienden en torno a la mujer ‘perfecta’: buena, trabajadora, inteligente, bella, seductora, decente, divertida, esposa, madre… Si una mujer tiene que ser todo, entra en profundas contradicciones y el nivel de insatisfacción de la mujer es mayor (lo relacionó con los índices de depresión, de anorexia y bulimia, mucho más elevados en mujeres que en hombres, tratándose de enfermedades cuyo origen en mental). Nos animó a todos a denunciar la publicidad sexista y a observar con espíritu crítico todos los mensajes de los medios. Nos creemos libres pero hemos de ser conscientes de la prisión del consumismo: nada de lo que nos ofrece la publicidad es real ni casual, está manipulado y hay grandes intereses detrás de cada mensaje, aunque parezca progresista y/o solidario.
La finalidad de su literatura (en Juegos míos y en otras obras) es mostrar los temas que le resultan más interesantes: el amor, la ruptura de estereotipos, de mitos, el desvelo de otra realidad, el juego conceptual…. en una palabra, dar rienda suelta a sus obsesiones, sus miedos. La literatura permite hacer lo terrible y escapar sin culpa. De una forma ficticia, se realizan deseos que no llevamos a la realidad por normas morales y éticas. A través de la literatura sacamos fuera esa frustración o impotencia que llevamos a cabo en un mundo paralelo. Se juega con el lector para conectarlo en un mundo surgido de la metáfora, que no es real pero sí está conectado analógicamente con el mundo conocido por todos. Los cuentos no acaban bien, pero es que no ‘acaban’… a través de los finales abiertos a la duda y la incertidumbre, Espido nos presenta la vida en mayúsculas… o sea, la literatura.