Siglo XXI: nuevos adelantos, nuevas tecnologías y un tema que está dando que hablar allí donde se trata; la clonación. Lo que tan solo hace unos años era motivo de risas y asombro es hoy un hecho. El hombre ha dado un paso más en su trepidante viaje por el saber.
Todo comenzó en 1997, exactamente en el mes de febrero, al darse a conocer la noticia de que había sido clonado el primer mamífero adulto, una oveja a la que a partir de entonces conoceríamos con el nombre de Doli. El milagro fue conseguido mediante una técnica de ingeniería genética denominada transferencia molecular, de la cual obtenemos una oveja gemela.
Tras el impacto producido por la noticia comienzan los debates: la polémica está servida. Si podemos clonar animales, ¿podemos hacer lo propio con hombres?, ¿dónde comienza la raya que separa lo necesario de lo puramente morboso?.
Por un lado los científicos, que defienden a capa y espada la utilización de esta técnica como medio de erradicación de enfermedades tales como el cáncer, y que no entienden el motivo por el que hay personas que pretenden inutilizarla. Por otro lado, la gente que considera una falta de respeto hacia la raza humana el crear un individuo absolutamente igual a otro.
Yo pienso que tanto unos como otros llevan razón, pues no es agradable pensar que haya un individuo igual a ti, aunque también hay que entender que todo lo que sea un adelanto en la lucha contra las enfermedades está bien y nos beneficia a todos. La última noticia que hemos recibido es la de que un ginecólogo ha gestado el primer clon humano. Todos nuestros temores han visto la luz.
Por ello, les recuerdo a los científicos y a las personas que piensan como ellos que, aunque sea tentador probar, somos personas, cada una de nosotras única e irrepetible y que si con la clonación conseguimos erradicar enfermedades bien, pero que hay un momento en el que hay que parar y dejar las cosas en su sitio porque las personas no somos juguetes.