Una reflexión crítica sobre los anuncios que día a día inundan los canales de televisión desde los que, según señala esta alumna, nos tragamos una enorme cantidad de programas basura.
Vivimos el siglo de la comunicación, de los avances tecnológicos, y de la adicción irracional y enfermiza a la «caja tonta». No deja de llamarme la atención la capacidad que tenemos para «tragarnos» todo lo que nos echen sin apartar la vista del televisor.
Sólo hay una cosa capaz de hacernos levantar del sillón: los anuncios. Los eternos y odiados anuncios. Hacemos zapping, vamos a por el «bocata», cambiamos de canal, etc.
Pero, realmente, ¿qué hay detrás de los anuncios?.ç
Dejando a un lado la incitación al consumo sin control para conseguir la felicidad, oír de vez en cuando una buena composición musical, y ver que cuando vuelve otra vez la serie, concurso, o programa que estábamos viendo, ya no sabíamos de qué va, eso si llegamos a recordar lo que veíamos antes de la interrupción. Tristemente, los anuncios son los que «financian» la porquería de programas que nos ponen.
¿Acaso los productores de televisión se creen que los jóvenes no tenemos capacidad para discurrir y valorar lo que nos intentan vender?
Los anuncios son el único producto televisivo que no nos mantiene sentados frente al televisor.
Quizás se merezcan un poco más de respeto por nuestra parte y debamos darles un voto de confianza para que, algún día, con todo lo que cuesta un anuncio, puedan invertir mejor el dinero que todos pagamos al comprar esos productos, y nos ofrezcan una programación de calidad, sobre todo a la juventud.
*Este artículo de opinión ha sido publicado en la revista del centro: «El Grito» junto a otro artículo firmado por un profesor y en el que se trata el tema del exceso de consumo de la televisión por los jóvenes.