¿Qué nos pasa a los jóvenes con nuestra religión? ¿Cuál es la fuente de nuestra desmotivación? ¿Por qué al oír las palabras Biblia o iglesia salimos corriendo como si la cosa no fuera con nosotros? ¿Dónde quedó aquello de vestirse de domingo e ir con tus padres a misa los domingos? ¿Semana Santa? ¡qué bien! vacaciones, ¿confirmación? es los viernes por la tarde y…

Ciertamente, la religión no está en las prioridades de la gente joven y esta situación no viene de ahora, sino que lleva dando coletazos desde hace tiempo. Cuando somos pequeños nos bautizan convirtiéndonos en “cristianos”, formando parte de la Iglesia. Después hacemos la comunión, y cuando se nos considera adolescentes y nos preguntan por ésta, nuestras respuestas son de lo más variopintas: “Todos mis amigos lo hacían y yo…”, “Yo lo hice por todo lo que me iban a regalar”, “Mis padres me obligaron”.

Quizás preguntando te encuentres a alguien que diga: “Yo lo hice porque quise”. La estadística se decantará por el primer grupo. También puede ocurrir que si alguien comenta en clase: «yo voy a misa los domingos» la reacción mínima va a ser una carcajada o mirada de asombro clasificándolo de “bicho raro”. Aurelio, el párroco de la iglesia de nuestro colegio, me ayudó a comentar los interrogantes que yo planteo en la introducción.

La idea de que la religión no motive a los adolescentes se debe a dos motivos: El primero es que la Iglesia no responde las expectativas de los jóvenes, y el segundo es que la sociedad les crea unas expectativas falsas, el montaje social en torno al consumo y la diversión hace que se viva una vida no real, una vida sin más que genera ansiedad y que se podría complementar perfectamente con la religión. Es decir, si la religión se vive de verdad puede ofrecer todas esas cosas. Hay muchas ofertas tentadoras para que la juventud no vaya a la iglesia: ir de fiesta, descansar…

El fallo de enganche de los jóvenes para con la Iglesia es que se ha quedado obsoleta y no comparte acontecimientos que están a la orden del día. Muchas veces se ha vendido la religión como algo a cumplir, ahora los jóvenes no se mueven por el cumplimiento sino por la rebeldía.

Uno de los temas importantes entre la juventud y la Iglesia es la sexualidad; para los jóvenes un tema completamente normal y natural y para la Iglesia sin embargo no lo es tanto.

Un tema reciente es la boda homosexual, un tema que para los adolescentes y adultos jóvenes no es tan raro. Temas como éste son los que suscitan tirantez entre los citados. Aurelio nos comenta que el rechazo de la Iglesia hacia su matrimonio es más bien a la unidad familiar, es decir un matrimonio compuesto por un hombre y una mujer y sus respectivos hijos, no al que se plantea de hombre-hombre y mujer-mujer.

Y el otro problema a abordar es el aborto, preocupación juvenil que tampoco es aceptado por la Iglesia, ya que es considerado un atentado para la vida.

En la iglesia, nos comenta por último, sólo hay que contar la gente que participa: niños en multitud, gente mayor y jóvenes pocos.

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