«¿Quién ha sido la persona más decisiva en estos últimos mil años?». Supongo que si nos hacen esta pregunta vendrán a nuestra mente todo tipo de personas. No sé si esto fue lo que le pasó al cosmólogo inglés John Barrows, pero la respuesta que dio fue tajante: «La persona más decisiva en estos últimos mil años ha sido Gerbert d’Aurillac».

¿Pero quién fue Gerbert d’Aurillac?

No se tienen noticias de su nacimiento, aunque se sabe que es francés, nacido en Aurillac. El conocimiento que tenemos de él comienza cuando es monje. En esa época de su vida, parece ser que mientras estuvo en Barcelona y en Vic estudiando matemáticas, bajo la protección del conde Borrell II, tuvo contactos con sabios musulmanes, los cuales le iniciaron en los conocimientos mágicos y místicos y que a cambio le exigieron la apostasía. En el 991 fue arzobispo de Reims.

En el año 996 es coronado Emperador del Sacro Imperio Romano, Otón III. Se instala en Roma, a fin de convertir a la ciudad en la capital del nuevo imperio. Para ello cuenta con la inestimable ayuda del arzobispo de Reims, al que los romanos llamaban «el mago», pues además de latín, hablaba árabe y solía pasar muchas horas observando el firmamento. Otón III influyó para que en el año 998 fuera nombrado arzobispo de Rávena.

Como quiera que, para los intereses a largo plazo, el emperador necesitaba tener de su lado al Papa, y éstos no duraban mucho, por unas razones o por otras, Otón lo hizo elegir Papa en al año 999. Tanto el uno como el otro tenían un mismo objetivo: restaurar el antiguo imperio romano.

Gerbert d’Aurillac tomó el nombre de Silvestre II por San Silvestre I (314 – 335), el Papa al servicio del primer emperador romano que abrazó el cristianismo. Y así, en el año 1000, tenemos como emperador a Otón III y como Papa a Silvestre II.

Sin embargo, en el año 1001 hubo una rebelión y ambos tuvieron que abandonar Roma. Vagaron por Italia y el día 23 de enero del año 1002, murió Otón III. Al quedarse sin protector, los alemanes lo abandonaron y negoció con los nobles italianos su vuelta al solio pontificio. Murió poco después, el 12 de mayo del 1003.

Silvestre II ha pasado a la historia por dos motivos totalmente diferentes:

  • Por el religioso, porque durante su pontificado se evangelizó Hungría y Polonia.
  • Y por el humanista, por sus conocimientos matemáticos; sobre todo, por la introducción del cero en la numeración occidental, hasta aquel momento regida por el sistema de numeración romano.

Antes de Silvestre II la numeración era la romana y las cuentas se hacían con el ábaco. La introducción del cero crea una notación posicional, la que tenemos actualmente – no es lo mismo 123 que 321 -. Aunque los dígitos sean los mismos, la «posición» que ocupan dentro del número hace que tengan diferente valor. Sin embargo, no fue todo instantáneo, ya que en 1299, tres siglos después de su muerte, en Florencia, se dictó una ley que prohibía el uso del nuevo sistema.

Volviendo a la pregunta inicial, la contestación y argumentación de John Barrows fue la siguiente:

«La adopción de la numeración indo-árabe por parte de Gerbert d’Aurillac ha sido la mayor revolución del milenio. Sin él hoy no tendríamos ordenadores, los astrónomos y economistas no sabríamos a qué Papa encomendarnos y la Iglesia tendría dificultades, entre otras cosas, para calcular el porcentaje que le toca de la renta».

Trabajo original