Estamos en el año tres mil. Hace quinientos años la explosión de una central nuclear construida cerca de los Polos, y el avanzado estado de deshielo en que éstos se encontraban, provocó que los seres humanos nos viésemos obligados a vivir debajo del mar en unas burbujas, ya que la mayor parte de la superficie terrestre se vio arrasada por el agua dejando una insuficiente cantidad de tierra para la vida.

Desde una de esas burbujas es desde donde yo escribo. Estas burbujas son enormes espacios rodeados por una gruesísima capa de cristal que nunca podrá ser rota, y que en su interior contienen enormes ciudades ocupadas por millones de habitantes que han de desplazarse por tubos que conectan todas las zonas de la ciudad y que gracias a impulsos eléctricos arrastran a las personas hacia su destino. Además existen máquinas de transporte particulares que funcionan gracias al agua de manera que no producen gases contaminantes. Estas burbujas contienen todos los servicios que son necesarios para una vida parecida a la que se hacía antes de la explosión.

Yo nunca llegué a conocer la vida antes de la burbuja, pero me encantaría subir a la superficie de la tierra y observar a los seres que no sucumbieron al desastre, porque desde esta pecera de cristal sólo se puede contemplar a distintos peces de los que existían antes, mutados por las nuevas condiciones de vida y la actuación sobre ellos de desechos nucleares. Con este fin decidí hacerme bióloga, aunque fue tremendamente complicado ya que en nuestra era lo único que verdaderamente importan son la informática, para conseguir coordinar todos los sistemas que funcionan en estas pompas, y la ingeniería, para construir más y más burbujas, y estructuras para el disfrute de los ricos que nos tienen presos en estas peceras para seres humanos.

Conseguí hacerme bióloga por la única universidad que aún estaba preocupada por la naturaleza e hice el curso y me diplomé gracias a un curso por e-mail. Buscando y buscando por Internet, encontré a un catedrático que me ayudaría con mi tesis doctoral para conseguir hacerme doctora en Biología, pero para ello, aún necesitaba un tema sobre el que hacerla.
Así que una tarde, sentada en un banco, observando el mar, se me ocurrió una gran idea y acudí al apartamento de mi profesor. Mi gran idea era mi gran sueño, poder viajar a la superficie.

Cuando hablé con el profesor me dijo que la idea era maravillosa, pero que además de hacerme doctora sería famosísima por haber sido la primera mujer en volver a tierra firme después de quinientos años, pero me dijo que estaba loca, que cómo se me ocurría algo así, que el gobierno no lo permitiría, que aún no se sabe si la superficie es segura… Pero me empeñé y dije que no me rendiría sin luchar, que si estaba conmigo muy bien, y que si no lo estaba no me hacía falta, pero me ayudó.

Estuvimos meses, casi un año luchando con el presidente y todos los diputados, ninguno estaba de acuerdo, qué diría la opinión pública si me pasaba algo, alegaban, todo puro teatro, pero cuando la opinión pública averiguó lo que quería conseguir, me apoyó, y con el apoyo de la prensa no hay gobierno que se pueda resistir.Así que, aquí estoy, en una nave submarina que me llevará a la tierra en pocas horas, es un espacio no muy reducido, voy acompañada de dos expertos en el manejo de esta nave y algo enterados de biología. Estaremos unos días en la superficie, tiempo que debo aprovechar bien, para obtener la mayor cantidad de información de los animales que sobrevivieron y luego, ya en el laboratorio realizar un estudio detallado.

Acabamos de abandonar la nave, estamos en un islote con cabida suficiente para nosotros y nuestro equipo, es una extensión de tierra en la que no se ve rastro ni de vegetación ni de que haya estado habitada alguna vez. De momento no hay señal de que algún ser vivo haya sobrevivido a esa catástrofe, todo está oscuro y hemos instalado las tiendas, la atmósfera no tiene gran cantidad de oxígeno, así que debemos utilizar unos pequeños aparatos pegados a los orificios nasales que dan el oxígeno necesario al aire que respiramos.

Durante los días que estuvimos en tierra nos levantábamos temprano para aprovechar todo el tiempo posible, esta vez ya no estaba tan oscuro como la primera vez, había luz, seguía existiendo el proceso que los antiguos conocían como el día y la noche, y que nosotros nunca habíamos visto .
Al contrario de lo que pensábamos si existía aún vida, escasa pero vida. Caminando descubrimos en la arena unos agujeritos y unos pequeños insectos preciosos de un color verde-azulado que a simple vista no se reconocían, ya que la misma arena tenía un tono prácticamente igual, toda la tierra era una bola azulada. Investigamos esos insectos para averiguar la mayor cantidad de datos sobre ellos y así luego estudiarlos en un laboratorio, pasábamos el día contemplando cómo construían el nido y como cazaban unos pequeños insectos casi invisibles al ojo humano que recogían de la superficie del agua.

También descubrimos unas aves de color caqui que se agrupaban en colonias y que se alimentaban de estos insectos nombrados anteriormente, sobrevolaban un nido donde sabían que había un insecto, y cuando este salía era capturado y llevado a los nidos para que fuese comido por las crías.
Averiguamos todo lo que pudimos sobre estos animales, y descubrimos que los insectos verde-azulados solo eran atacados cuando salían del nido y emprendían el vuelo hacia los pequeños insectos de los que se alimentaban ya que la luz provocaba en sus alas reflejos que las aves advertían para cazarles. Así que cada vez que salían a cazar se veían expuestos a ese riesgo, pero para ello los nidos que construían solían estar muy cerca de la costa para no tener que volar durante mucho tiempo, ya que cazaban en el agua y allí no podían ser apresados porque quedaban en total camuflaje con el medio. 

De las aves averiguamos que vivían agrupadas y lejos de la costa para no ser advertidos por los otros insectos. Solían agruparse en parejas y tener un nido con varios huevos que la hembra incubaba. Cuando los polluelos rompían el cascarón los machos se encargaban de recoger las cáscaras de huevo y arrojarlas al agua, donde allí quedaban flotando y servían de alimento para los insectos de los que se alimentan los verde-azulados.
Con todo lo que averiguamos volvimos a la burbuja, todos estaban asombrados de nuestra hazaña, casi nos veían como héroes, lo primero que hicimos después de llegar y conceder muchas entrevistas para televisiones, radios, periódicos, fue encerrarnos en el laboratorio e investigar sobre los animales de la tierra. Según las muestras de ADN, el aspecto físico y el modo de vida de los insectos verde-azulados, los datos introducidos en varios ordenadores apuntaban a la misma respuesta, a que eran la evolución de unas avispas que antiguamente cazaban o abejas (Philantus ) o orugas ( Ammophila ), y a las que les pusimos el nombre de Tusammo.

Respecto a las características de las aves color caqui todos los datos apuntaron a que eran la evolución de una especie de aves llamada gaviotas que solían alimentarse de peces y anidaba en grupo, parecida a esta en varios aspectos y distante en otros, por ejemplo el color. Los insectos de los que se alimentan los Tusammo son algo parecido a unos gusanos que existían antes y que ahora poco tienen que ver, ya que se alimentaban de hojas y vivían en tierra firme y debido a la adaptación al medio acabaron viviendo en el agua y alimentándose de restos de huevos.

Al final conseguí mi propósito, viajé a la superficie de la tierra y estudié a los únicos animales que todavía existen, aunque sean totalmente distintos a los que habitaban la tierra antes de la catástrofe. Gracias a este, al principio imposible viaje, conseguí un tema estupendo para mi tesis y me doctoré en Biología, fui la primera mujer en volver a pisar suelo firme después de la explosión, ahora mi trabajo como bióloga es conocido en todas partes y no hay nada que no pueda conseguir, esto me ha abierto las puertas a más viajes e investigaciones, ya que puede que sí existan más animales ahí arriba aunque no los hayamos visto.

Trabajo original