Para este alumno en EE UU existen más razones que la seguridad colectiva para comenzar una guerra con Irak. En el artículo ‘ Cierto olor a petróleo’ analiza esos motivos.
Si el presidente norteamericano, George Bush, tuviera solo las razones de seguridad colectiva contra Irak, debería estar feliz porque sus amenazas habrían surtido efecto y tiene el campo abierto para investigar. Los intereses son otros, pero no se quieren confesar. Son estos:
- Estratégicos-ideológicos
Washington está incomodo con Riad; no puede disimularse que la nacionalidad de buena parte de los terroristas, las raíces de Al-Qaeda y de su dinero son saudís. Hoy, el Pentágono, desde Arabia vigila Irak; quizás mañana desde Irak pueda controlar el integrismo islámico. Eliminado el régimen de Sadam e instalado un gobierno amigo que Washington lleva organizando desde comienzos de año no hay mejor base que Irak para controlar desde allí el gran rombo del petróleo.
- Petrolíferos
Es un gran rombo de seis millones de kilómetros cuadrados donde se encuentra cerca del 90% de los hidrocarburos de la tierra. Una poderosísima razón para la mayor de las aventuras, sobre todo en tiempos de crisis, es la explotación de los grandes yacimientos iraquíes.
- Históricos
El presidente Bush Jr. Quiere deshacer la chapuza histórica que su padre organizó en Irak en 1991 por falta de visión política. La rebeldía iraquí a cumplir las resoluciones »impuestas por papá» constituye un motivo de irritación permanente, sobre todo si va unida a una campaña internacional aireada por la prensa de las calamidades que las sanciones producen entre los iraquíes.
Estamos ante la prosperidad y ante la gran venganza. Una guerra fácil, victoriosa, que vacíe los arsenales norteamericanos acumulados durante la pasada década y deje sitio a las nuevas armas contratadas con los presupuestos militares aprobados por el presidente Bush para los próximos ejercicios, es garantía de optimismo económico, inversiones y desarrollo.
Aunque la realidad suele ser otra las guerras siempre presentan ventajas en las mesas donde se planifican y en este caso, tendría el valor añadido de que extirparía »las raíces del mal» situados en Irak por la propaganda norteamericana.
El tiburón del desierto
Poco podrá hacer Irak para impedir la avalancha de muerte, desolación y ruina económica que se le viene encima.
El tiburón no entiende de sentimentalismos. Tiene hambre y come, tiene necesidad y desgarra todo a su alrededor.
En las cercanías de este país se encuentran actualmente mas de 100.000 soldados norteamericanos preparados para la lucha, dotados de las mejores armas actuales esperando para «comer».
Dentro del país, unos hombres de paja, los comisarios enviados por EE.UU. y por la ONU, simulan encontrar indicios de armas químicas o de cualquier otra índole, «desgarrando» los corazones y la paciencia de la gran población mundial y pretendiendo engañar a todos, cuando el único arma al alcance de Irak es la más poderosa y la que más teme perder el tiburón: el petróleo.
Los demás países, comparsas al servicio americano, asienten impotentes a las peticiones de apoyo de estos y avergonzados internamente por no tener la valentía suficiente para responderles: NO.