Relato de una joven que quiso pasar una noche inolvidable, vivir deprisa y probarlo todo. Pero todo riesgo tiene sus consecuencias.

Yo era una chica de quince años. Tenía una vida perfecta hasta que una noche me ofrecieron droga y yo la acepté. Dentro de los paquetes de droga había polvos mágicos que, si pedías un deseo, se cumplía. Si me lo hubiese pensado dos veces y no hubiera aceptado la droga, tal vez seguiría bien, pero no. Pedí que aquella noche fuese inolvidable. Me sentí muy rara pero me decían que era por los polvos mágicos. Este sentimiento se transformó en algo muy extraño, sentía que no me daba miedo nada, ni ir a 100 km/h. por las curvas del pueblo. Y decidí comprobarlo. Cogí el coche y, aunque sabía conducir bastante bien, no fue impedimento para que el coche se estrellara contra un muro. Después vino la ambulancia y, por suerte, yo todavía seguía viva.

Cuando llegué al hospital mi estado empeoró mucho y entré en coma. Yo intentaba luchar para salvarme pero oí como un médico le decía a mi madre que si salía del coma nunca podría volver a caminar, ya que me había partido en dos la columna vertebral. Vi como mi madre lloraba y pensé que no valía la pena vivir si las personas de mi alrededor me iban a compadecer todo el rato. Como todavía tenía algo de movilidad en la mano derecha, escribí una nota y después me quité el tubo de oxígeno. Esto fue bastante para morir.

Ahora, desde el cielo, me resulta muy extraño pensar en aquella noche y como tan sólo en una noche mi vida cambió hasta tal punto de perderla voluntariamente. Cada vez que miro hacia abajo y veo a mi madre leyendo aquella nota siento que comprende por qué decidí morir y no seguir luchando por mi vida.

«Lo siento, pero no merece la pena seguir viviendo si jamás podré volver a caminar. Te quiero»

 

Trabajo original