Eran la ocho de la mañana y allí estábamos los alumnos de 1º de ESO dispuestos a pasar un fabuloso día en la nieve. Nos habíamos levantado muy temprano para preparar este día tan especial: desayunamos, nos lavamos, nos echamos la protección solar, nos pusimos nuestro buzo y salimos de casa. Fue un día especial.

En el autobús nos cansamos un poco pero merecía la pena. Cuando llegamos allí nos dieron las botas y unas señas para que encontrásemos nuestros esquís. Nos separaron por grupos y nos asignaron un monitor. A mi grupo le tocó Jesuán, que era majo, pero tenía una manía: llamarnos trulos y trulas.
La mañana se pasó muy rápido: nos enseñaron la cuña para frenar y más tarde fuimos a la percha. La primera vez que subimos, todos menos dos se quedaron por el camino, pero más adelante cogimos el truco y ya era más fácil.
Acabado el cursillo, nos fuimos a por las mochilas y buscamos un lugar para comer.

Tras la comida, hubo un rato de tiempo libre y aprovechamos para subir por la percha todo lo que pudimos. A las 15,00 horas tuvimos que dejarlo porque volvían los monitores y teníamos que seguir con el cursillo.

Jesuán nos dejó hacer lo que quisiéramos, pero no podíamos subir al telesilla y eso nos pareció mal porque otros grupos si que lo hicieron.
Aún eso también nos lo pasamos bien esa hora, pero nos sentó mal que otros grupos nos saludaran desde el telesilla para chincharnos.

A pesar de todo llegó la hora de irnos y no había quien nos sacará de las pistas. Tras hacernos los remolones tuvimos que dejar los esquís y devolver las botas para poder ponernos nuestro calzado.

La vuelta se hizo corta porque todos íbamos comentando lo divertido que había sido ese increíble y fabuloso día en la nieve.

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Trabajo original