El tigre es un animal en vías de extinción a causa del hombre; con este artículo al que acompaña una historia, una alumna del IES Santa Clara quiere darnos un toque de atención ante las noticias que informan de la desaparición de esta especie.

A comienzos de siglo, había en Asia, el continente del que son originarios, unos cien mil tigres, 40.000 de ellos en la India. Pero, debido principalmente a la caza, para 1973 la población mundial de estas impresionantes criaturas se había reducido a menos de cuatro mil.  El hombre ha llevado al borde de la extinción al tigre, el mayor felino de la Tierra.   

No es el tigre el que representa una amenaza para el hombre, sino el hombre para el tigre. En la actualidad se intenta salvar a este animal de la extinción. Varios países asiáticos han creado reservas para los tigres.  
En 1973 se elaboró un plan especial denominado Proyecto Tigre en el Parque Nacional Corbett, al norte de la India. El dinero y los materiales provinieron de todas partes del mundo. Con el tiempo, se crearon dieciocho reservas para los tigres en la India, que abarcaban un área total de 28.000 kilómetros cuadrados. En 1978 se añadió el tigre a la lista de especies en peligro de extinción. Los resultados fueron sorprendentes.

Antes de que se prohibiera la caza del tigre, este felino se había vuelto una criatura muy esquiva y de hábitos predominantemente nocturnos debido al temor al hombre. Pero después de unos años de protección, comenzó a moverse libremente por las reservas y a cazar a plena luz del día.

Pese a todo, el tigre aún corre peligro debido a la demanda internacional de remedios tradicionales asiáticos elaborados con algunos de sus órganos.
Por una bolsa de huesos de tigre, por ejemplo, se pagan hasta 500 dólares en la India, y cuando los huesos procesados llegan a los mercados del Lejano Oriente, su valor ha ascendido a más de 25.000 dólares.

Siempre me había gustado la naturaleza en su lado más salvaje y los animales más peligrosos, desde una pequeña araña hasta un majestuoso elefante.
Pero el tigre era el que más llamaba mi atención. Aunque lo más cerca que había tenido a uno de éstos había sido en algún otro documental o película. Así que aquella experiencia del pasado verano fue inolvidable para mí.

Yo vivo en pleno centro de Santander, una pequeña ciudad aparentemente tranquila. El tiempo pasaba y llegaba la primavera, todo sucedía con la mayor normalidad, hasta que un día como tantos otros, una noticia alarmó a esta pequeña ciudad.
¡Cuidado! Un gran tigre de Bengala anda suelto por la ciudad, se leía en los periódicos.
La histeria se apoderó de la gente, pero a mí no me afectó, al contrario, mis amigas y yo nos íbamos cada tarde pese a la oposición de nuestros padres a echar un vistazo con la pequeña esperanza de encontrar aquel tigre.
Nos recorrimos Santander de arriba a abajo.
Pero todo se complicó tras diversas noticias en las que se mencionaba que habían desaparecido varias ovejas y vacas de los alrededores.
La ciudad se convirtió en todo un espectáculo, al mirar por la ventana se podía observar a expertos cazadores con sus rifles cargados de tranquilizantes siempre al frente.
Los días pasaban lentamente hasta que cierto día en grandes letreros se anunciaba: El tigre ha sido capturado.  Con lo que se ponía final a este suceso.

Pasaron unos tres meses hasta que todo volvió a la normalidad, íbamos a la playa, recorríamos el centro, etc.

Un día caluroso de verano cuando llegaba a mi casa después de un largo día de playa ocurrió algo tan inesperado como asombroso.
Entre en el portal, di al interruptor de la luz y no funcionaba, vaya rollo protesté, cuando subí el primer escalón oí un ruido extraño, giré la cabeza y en la oscuridad pude distinguir un pequeño bulto, me agaché para ver mejor y vi como algo peludo y pequeño se acercaba hacia mí, un gato dije para mi asombro, aunque era demasiado grande, lo cogí entre mis brazos y subí las escaleras de dos en dos, de quién será me preguntaba.
Abrí la puerta, no había nadie en casa, encendí la luz y le miré. Entonces me quedé inmóvil, sin habla, lo primero que pude decir fue ¡si tiene cara de tigre!
Aquella pequeña criatura me observaba atentamente, y sus ojos brillantes se clavaban en mí y su rayas negras resaltaban tras su piel amarillenta tirando a naranja y su pecho era blanco y suave.

Tras aquella primera reacción lo primero que hice fue acurrucarlo hacia mí y mirarlo atentamente y en un momento lo cogí muchísimo cariño. Al rato alguien llamó a la puerta, eran mis padres, abrí y la cara que pusieron fue alucinante, dije mirad un tigre, ¿podéis creerlo?
Se les hizo un poco difícil aceptar la idea de que un tigre se encontraba en el salón de la casa, pero que remedio les quedaba, lo tenían delante de sus propios ojos.

El final ya os lo podéis imaginar, mis padres llamaron a no se qué asociación de animales y contaron lo sucedido. En dos horas se presentaron en mi casa para llevarse a mi pequeño amigo, y no era justo, yo lo había encontrado, yo debía quedármelo. Pero no pudo ser.
Los naturalistas nos explicaron que el tigre que había desaparecido hace meses, era hembra y estaba esperando una cría y que cuando la encontraron ya había parido, pero no dijeron nada para tranquilizar a la gente. Ya que esta noticia hubiera provocado una catástrofe. Así que la búsqueda del cachorro se había llevado a cabo sin éxito. Al parecer una anciana le había alimentado a biberón pensando que era un gatito.

Tras un tristísima despedida, lo perdí de vista para siempre.

Trabajo original