El Gobierno del Principado de Asturias tiene el proyecto de construir tres teleféricos en el macizo central de los Picos de Europa, para unir el pueblo de Bulnes con Poncebos, Pandebano y Amuesa. El estudio preliminar ha sido realizado por la empresa suiza Schonholzer S.A., especialistas en accesos a zonas de montaña por medio de remontes. El Consejero de Obras Públicas, Transportes, Turismo y Comunicaciones, Pedro Piñeira, estima razonable los 570 millones de pesetas que costará la instalación.

Hace ya algún tiempo que los habitantes de Bulnes, poco más de 12 personas, piden insistentemente la construcción de una carretera desde Poncebos hasta el pueblo. La Agencia de Medio Ambiente del Principado, ha desestimado la construcción de dicha carretera por estimar que el impacto sobre la zona sería muy grande, por lo que se muestra partidario de la construcción de los teleféricos.

Estos hechos, que en principio parecen no albergar ningún atentado ecológico, por el contrario, se muestran lo más respetuosos posible con el entorno y por finalidad el rescatar del aislamiento a un pueblo, encierran a poco que hurguemos una gran falacia y unos gravísimos atentados contra la Naturaleza.

En primer lugar si se tiene en cuenta que en Asturias son muchos los pueblos que se encuentran sin comunicaciones, aislados en la montaña, extraña que se vayan a invertir en uno solo casi 600 millones de pesetas.
De pésima gestión administrativa habría que calificar este hecho, si no fuera porque la finalidad de estas instalaciones no es rescatar el aislamiento de Bulnes, sino incrementar y encauzar el turismo a esta zona; de ahí que se quieran construir dos teleféricos absolutamente innecesarios: el de Pandebo y el de Amuesa.

En segundo lugar, la construcción de estos dos teleféricos responde a la peligrosa manía del Hombre de llegar sin esfuerzo a todas partes y de facilitar un acercamiento a la Naturaleza a todo el mundo. Me refiero al conocido turismo dominguero que sólo llega hasta donde lo hace su automóvil y poco más; ese turismo que llena de desperdicios y basuras el lugar que visita (clara demostración son los Lagos de Covadonga).
Todos aquellos ciudadanos que tienen un verdadero interés por conocer los Picos de Europa, tienen excelentes oportunidades de coger sus mochilas y andar por las rutas, canales o picos (los accesos que actualmente existen son suficientes para ese turismo), que nadie se lo impide. Este turismo es el que verdaderamente hay que cuidar, y no al otro, al «destrozanaturaleza».
El turismo debe asumir que acercarse a la Naturaleza requiere un cierto esfuerzo, y aquellas personas que están dispuestas a efectuarlo son los que la recompensa de encontrarse con una Naturaleza que no este llena de teleféricos, pistas forestales, cartelitos, etc., colma de alegría.

Algún día se cazará el último lobo, se extinguirá el último toro bravo, se talará la última encina, morirá el último artesano, el último… Es la llana gigantesca que viene del norte igualando todo, como un día, cuando las glaciaciones, vino de allí el hielo sometiendo el paisaje, devorando el relieve y sustituyéndolo por la uniformidad sin aristas de las lenguas blancas. Hoy no hay hielo, pero sí la devastadora marea uniformizadora, la que hace del sur de España un lugar distinto, único, todo poco a poco cambiado por una planicie de monótona vulgaridad.

Es de suponer que si se construyese un teleférico hasta la cima del Naranjo de Bulnes, afluiría una enorme cantidad de turistas; eso es indudable, pero… ¿qué quedaría del esfuerzo del escalador?, ¿del contacto con la montaña?, absolutamente nada, ¿merece la pena, entonces, prostituir así a la Naturaleza?

En tercer lugar, respecto al tercer teleférico, de Poncebos a Bulnes, que pretende presentarse como beneficioso para el pueblo de Bulnes, es necesario, única y exclusivamente para facilitar el acceso a los otros dos. ¿Por qué, sino, este repentino interés del Gobierno del Principado por este pueblo en concreto?

Que los habitantes de Bulnes requieren una solución es obvio pero también lo es que los otros muchos pueblos que viven en situaciones aún peores han de recibir el mismo trato.
Indemnícese generosamente a quién lo desee para bajar a vivir al valle y dispóngase de un servicio de helicópteros que solucionen las necesidades de los vecinos que se quedan ( sin olvidarse que Bulnes no es el único núcleo aislado de Asturias). Esto resultaría mucho más barato y no llevaría el pretendido «progreso» a uno de los pocos reductos que en este país quedan dónde la Naturaleza es aún dueña.

Trabajo original