Las enfermedades han sido, desde siempre, uno de los principales enemigos del ser humano. En la Edad Media la epidemia de peste bubónica acabó con gran parte de la población, en la actualidad el Sida se cobra millones de víctimas y ahora la neumonía atípica amenaza con convertirse en la nueva plaga del siglo XXI. El SRAS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) avanza imparable y alcanza ya magnitudes preocupantes.

A lo largo de su existencia el hombre se ha enfrentado a numerosos problemas: guerras, desastres naturales etc. Ha conseguido encontrar soluciones o al menos prevenir muchos de ellos. Sin embargo lo que más teme, uno de los peligros más mortíferos y en muchos casos incontrolables, son esos pequeños microbios que se introducen en nuestro organismo, causando los más impredecibles estragos. Desde tiempos lejanos, el hombre ha tratado de combatir a estas pequeñas amenazas.

Ya en la Edad Media, la famosa peste bubónica acabó con la  vida de buena parte de la población mundial. Aunque la peste, al menos en su forma bubónica, no se transmitía por el aire sino por las pulgas de las ratas infectadas que picaban a los humanos inoculándoles la bacteria ‘yersinia pestis’.

La peste negra causó grandes estragos demográficos. Se calcula que tan sólo en cinco años causó aproximadamente la muerte de 25 millones de personas en el viejo continente, además de otros trece millones en oriente medio y en China. Hoy en día la enfermedad ha sido prácticamente erradicada, si bien aún quedan algunos focos en los que la enfermedad no ha podido ser eliminada, sobre todo debido a las malas condiciones higiénicas en que viven algunos pueblos.
Esta enfermedad, que desde 1500 ha causado más de 200 millones de víctimas, no es desgraciadamente la peor a la que el ser humano se ha enfrentado.

La otra gran epidemia, más próxima a nuestro tiempo y más mortífera si cabe, es la del VIH. Aunque no se transmite por el aire, hoy en día es una de las principales causas de mortalidad, sobre todo, en los países subdesarrollados. No se sabe a ciencia cierta cómo y dónde surgió, aunque se especula con que su origen está en el continente africano, precisamente uno de los principales focos de la enfermedad actualmente. En la actualidad no existe cura y aunque se llevan a cabo numerosas investigaciones para tratar de obtener una vacuna esta es una empresa difícil, ya que el virus cambia constantemente.

Si la humanidad no tenía ya bastantes problemas y enfermedades a las que hacer frente, ahora ha de enfrentarse a una nueva amenaza. La neumonía atípica, también llamada síndrome respiratorio agudo severo (SRAS). Esta nueva enfermedad, para la que aún no se ha encontrado tratamiento, se ha convertido en nuestro nuevo enemigo y está producida por un corona-virus hasta ahora desconocido y cuyos síntomas son fiebre alta, escalofríos, dificultades para respirar, tos seca y dolor muscular.
Desde hace casi dos meses expertos virólogos neumólogos y especialistas en epidemiología de todo el mundo se dedican de lleno a estudiar esta enfermedad que preocupa tanto por su virulencia como por su aparente facilidad de propagación.

El foco principal de la enfermedad está en China en donde un doctor de dicha nacionalidad, que había tratado a los primeros pacientes, contagiaba en el ascensor de un hotel de Hong Kong a dos huéspedes canadienses y tres de Singapur que llevaron la enfermedad a sus respectivos países. Desde entonces los casos se han extendido por todo el mundo y día a día se descubren nuevos casos en ciudades tanto orientales como europeas.

Para tratar de evitar la propagación en la medida de lo posible se han adoptado medidas que van desde la concienciación de la población sobre el uso de mascarillas, la detección precoz, la abstención de visitar los lugares focos de infección y la cuarentena en campos de aislamiento.

El tiempo corre y nadie ha encontrado aún un tratamiento efectivo. Se calcula que antes del verano las víctimas podrían ascender a 1000, sin contar a los infectados que superarían 10.000, la mayoría en países asiáticos.

Mientras estas cifras aumentan sólo cabe esperar a que los expertos encuentren pronto una solución y rezar por que no nos encontremos ante la nueva plaga del siglo XXI.

Trabajo original