Ojalá dentro de poco tiempo no tenga que hablar de Médicos sin Fronteras, señal de que todo ha acabado, de que reina la paz y la repartición de riquezas en el mundo. ¿Cuándo será eso?
Cuando yo era pequeña, a eso de las cinco y media de la tarde, después de salir del colegio, me gustaba acurrucarme en el sofá, encender la televisión y disfrutar de mi merienda viendo los programas infantiles. Todo era perfecto, hasta que salía aquella señora gorda y fea que se dedicaba, durante unos minutos, a darnos un avance de las noticias del día, que a mí ni me iban ni me venían. La aborrecía con todas mis fuerzas porque siempre me amargaba la tarde, pero había tardes que me destrozaba por completo. Y ahora sé que la culpa no era de ella, pues se trataba de su trabajo, pero cuando tienes cinco o seis años eso no te importa.
Aquellas tardes la pantalla de mi televisión se inundaba de imágenes escalofriantes e inhumanas. Han pasado los años y la situación no ha cambiado sino todo lo contrario. A mis 15 años tango que soportar todos o la mayoría de los días ver y oír noticias sobre guerras, catástrofes naturales, campos de refugiados… Noticias llenas de esas imágenes, ahora peores, más sangrientas, más macabras…
Cuántas veces he deseado poder ayudarles, entregarme por completo a su cuidado, hacerles felices, reír y sufrir con ellos, verles vivir… Pero sé que por ahora no estoy preparada para ello. Sin embargo, por difícil que resulte hay gente que lo deja todo por ayudar a los que lo necesitan. Algunos de ellos pertenecen a Médicos sin Fronteras (ONG), sin fines lucrativos que aporta su ayuda a las poblaciones en situación precaria y a las víctimas de catástrofes ecológicas de origen natural o humano; sin discriminación de raza, sexo, religión, filosofía…
Médicos sin Fronteras reivindica el derecho universal a la salud, y como profesionales de la medicina, su compromiso es atender las emergencias allá donde surjan y construir estructuras sanitarias donde no las haya.
Ojalá dentro de poco tiempo no tenga que hablar de Médicos sin Fronteras, señal de que todo ha acabado, de que reina la paz y la repartición de riquezas en el mundo. ¿Cuándo será eso? Nadie dice encontrar la respuesta y lo sorprendente es que nadie sabe que la tiene. La respuesta está en nosotros. Lo que hagamos o dejemos de hacer repercutirá en sus vidas. Dejemos de considerarnos superiores, que de maravillosos no tenemos nada y aprendamos a ser como ellos.