‘Billete de ida y vuelta’ es la historia de Marta, una chica completamente normal de 16 años, muy responsable en sus estudios, con una buena amiga llamada Claudia y unos hermanos gemelos divertidos.

Todo era perfectamente normal hasta que empezó a notar cierta tensión entre sus padres. Él, al que ella veía como un padre-corcho pues era ajeno a todo lo demás, seguía como siempre en su mundo y apenas fijándose en sus hijos. Su único entretenimiento era su gran colección de sellos. Su madre estaba de mal humor más a menudo de lo normal.

Durante una cena Marta pudo apreciar que aquel día era peor: había habido una gran bronca. Y esa misma noche le despertaron las voces de sus padres, discutiendo sobre algo que los niños tendrían que acabar por saber. Temió que fueran a divorciarse.

Un día que ella tenía sueño (porque de nuevo había oído discutir a sus padres) los gemelos entraron a su habitación con intenciones pacíficas. Pero sorprendieron a su hermana haciéndole saber que ellos también les habían oído. Los tres estaban preocupados y ninguno sabía de qué se trataba ni cuándo iba a acabar.

Una tarde discutió con su madre por un jersey, por lo que acabó por quedarse en casa sin ir a la fiesta, aunque en el fondo no tenía demasiadas ganas. Ese mismo día, aprovechando que se había quedado en casa, los padres decidieron hablar con ellos. No iban a separarse, lo que era una buena noticia, pero su padre se había quedado sin trabajo.

Después de un partido, Marta conoció a Ricky. Todas se fijaban en él, que si estaba buenísimo, que si era guapo… Sin darse cuenta comenzó a hablar con él del partido. Recordaba cómo a lo largo de la conversación había llegado a olvidar lo que había a su alrededor.

El chico la invitó a un concierto de su grupo. Lo recordaba porque además él era el importante, solista y guitarrista. Se daba cuenta que no podía sacárselo de la cabeza. Al volver, él la acompañó a casa y durante el camino, se le confesó. Aquel fue su primer beso, y Marta guardaba lo que le había regalado tras aquel momento mágico: un pitufo de goma.

Con el tiempo el humor del padre mejoró hasta hacerse más cariñoso. Resultó que estaba en un cursillo de informática que le gustaba y que además podía servirle para encontrar un nuevo trabajo.

Sin embargo su madre estaba agobiada por el trabajo y tener que cuidar al tiempo de los gemelos, que solían hacer muchas trastadas. Por eso decidió contratar una au pair, llamada Bes, inglesa y flacucha.

A Marta no le cayó demasiado bien, le parecía cursi y en general, insoportable.

Su madre acabó convenciendo a Marta de ir con Bes juntas de compras. Cuando la vendedora vio a Bes le dijo que su talla era la 36. Sin embargo, la de Marta era la 42 y ellos no tenían «tallas tan grandes». Aquel fue su primer disgusto. En el probador vino el segundo: consiguió ponerse el pantalón metiendo la barriga. Bes le aconsejó, con ánimo de ser útil, que tal vez debería adelgazar un poquito. Al final, diciendo que no le gustaban, decidió no comprar los pantalones.

Con Bes en casa su madre estaba más relajada, y su padre seguía de buen humor. Se había comprado el ordenador para practicar lo que aprendía en el curso. El mismo día que apareció el ordenador, Ricky llamó para invitar a Marta a ir a cine, que aceptó inmediatamente.

La cita en el cine fue maravillosa, cada vez se gustaban más. Pero al llegar a casa no pudieron despedirse con un beso ya que les esperaban Bes y los gemelos, todos alerta. Esa misma noche intentó convencer a su madre de que la llevase a un dietista, en principio para perder sólo 3 o 4 kilos.

Una tarde que paseaba por la playa con Ricky le preguntó a él si creía que estaba gorda. Él, sincero, le contestó que no le había parecido una chica 10, pero que le gustaba lo que decía, cómo… en fin, su personalidad. Aquella tarde fue especial, comenzaron a explorarse el uno al otro hasta que les interrumpió un cachorrito juguetón, llevándose uno de sus zapatos.

Consiguió que su madre le llevase al dietista. La preguntaron sobre sus hábitos de comida, pero fue la madre la que contestó: mucho chocolate, donuts, cocacola, hamburguesas… ambas salieron descontentas de allí. La lista que le había dado contemplaba que los alimentos que más le gustaban eran los prohibidos, precisamente. Su madre consideraba que había sido excesiva, pero como era una profesional, la harían caso.

Aprovechando que tenía mucho trabajo, Marta pudo hacer su régimen sin que la controlasen durante la semana. Su gran ilusión fue ver que había adelgazado 1’5 kilos en una sola semana.

Un día su padre llegó contento, una empresa lo había citado. Pero no una de informática, como esperaban todos, sino una que se dedicaba a realizar réplicas de cuadros. El hobbie del padre de Marta era pintar. Sin embargo, antes de la entrevista, la madre por cuestiones de trabajo tuvo que marcharse durante dos semanas.

Coincidió justo cuando Marta tenía prisa por adelgazar. Comenzó a mostrarse más estricta con lo que comía, obsesiva con las calorías, el azúcar… y así perdía peso. Y con él, humor. Triste, agobio, pesadillas… y el hambre la torturaba, por lo que empezó a tomar laxantes. Entonces dejó de adelgazar y se iniciaron las mentiras para esquivar comidas. El padre no se daba cuenta, pero los gemelos la llamaban trolera y Bes se comenzaba a dar cuenta de lo que sucedía. Cada vez era menor su autoestima y sensación de constante frío.

Entonces volvió la madre y se dio cuenta de que la hija había adelgazado demasiado. La hizo comerse toda la cena, así que aquella noche fue a vomitar, y la descubrieron los gemelos, que al momento pusieron sobre aviso a la madre. Al día siguiente se dio cuenta de que la madre había estado buscando en internet información sobre la anorexia.

Había comenzado a vomitar una tarde que se había quedado sola con Ricky en casa. Ella de repente se había puesto brusca por el temor a que la viese desnuda. Entonces comenzaron a comer los dos juntos, y ella fue un momento al baño. Se notó llena e intentó vomitar. Le resultó fácil, pero cuando volvió Bes ya había llegado por lo que Ricky se marchó.

Últimamente siempre estaba de mal humor. Una tarde la tomó con los gemelos que, molestos, le dijeron que no les extrañaba que Ricky la hubiese dejado entonces por Bes.

Además, había discutido con Claudia. Ella había intentado ayudarla al principio con el régimen, pero últimamente Marta sólo hablaba de comida y estaba ya demasiado delgada. Claudia estaba preocupada pero su amiga no se dejaba ayudar.

Por lo menos su padre había conseguido el trabajo como pintor. Aunque tenía que montar un taller en el pequeño salón toda la familia estaba feliz, excepto Marta. A ella le daba todo igual.

Sin embargo, la madre seguía preocupada y habló con el pediatra, que le pasó el número de Juan, un psicólogo.

En las sesiones Juan la iba hablando de la anorexia, mientras Marta le contaba sus problemas. Se había vuelto obsesiva, estaba segura de caer enferma. Con su extrema delgadez, Juan le había puesto un mínimo de peso, pero ella…

Decidieron que eso no podía seguir así.

Marta no entró con muchas ganas a la unidad de psiquiatría, aunque reconocía que la situación se le había escapado de las manos y ya no sabía qué hacer. Así todo no tenía ganas de que la controlasen lo que comía, además de que había notado la tristeza de los gemelos al saber de su partida «al campo con la tía Maite». Para que no se sintiese sola la habían hecho llevarse sus osos de peluche.

En el ingreso, una mujer que vigilaba todo había requisado de su maleta los laxantes y diuréticos. Marta ya comenzaba a tenerla manía cuando al estar recordando sus besos con Ricky entró anunciándole que debía levantarse. La mujer se llamaba Adela y controlaba que se duchasen, sin dejar que se encerrasen, en el tiempo necesario para que todas tuviesen tiempo suficiente, ya que compartían baño.

Allí, antes de ducharse, se mira en el espejo y se «da cuenta» de que está muy gorda, que no quiere engordar. De pronto empieza a encontrarse mal, pero, tras ese breve momento de alarma, es capaz de ducharse.

En el desayuno conoce a las otras internas. Elisa se le presenta y al verla, extremadamente delgada, Marta se asusta y se pregunta cómo puede seguir viva.

Hambrienta, comienza a comer impulsivamente pero de pronto nota que la están mirando y la barriga, además, inflada. Deja de comer de golpe y pide ir al baño, con intención de vomitar. Entonces se da cuenta de que no puede ir al baño sin Adela, que la vigila para que no haga precisamente lo que quiere.

Después conoce a la otra nueva, que también se le antoja demasiado delgada «no como ella». Marta le pregunta por su enfermedad y cómo llegó a ella: los motes que le habían puesto los de su clase. Entonces empezó a ayunar y acabó por resistir el hambre perfectamente.

En la comida conoce a Inés, una modelo que dice que jamás volverá a encontrar trabajo ya que quieren que engorde.

Esa misma tarde la visitan sus padres; en casa todos la echan de menos, sobre todo los gemelos. Así todo no consiguen darle ánimos para comer más.

En las sesiones con Juan le cuenta que aún tiene sus obsesiones por los microbios al ataque y pesadillas que le impiden dormir, a pesar de las sesiones de relajación y las pastillas. Le explica cosas sobre la anorexia, como que cada vez hay más chicas con anorexia a edades más tempranas, que la mayoría de las chicas hoy en día siguen dietas…

Marta recibe una carta de los gemelos. Le dicen que la echan de menos, que Ttodos la echan de menos en casa y que esperan que vuelva pronto.

En las sesiones de grupo va conociendo al resto de las internas. Le impresiona ver lo extremadamente delgadas que están y una llega a asustarla del todo cuando dice que ha llegado a pesar solamente 24 kg. Una de ellas es enfermera y sabe perfectamente que está enferma, pero insiste en que no quiere adelgazar porque se la ponen unos michelines increíbles.

Tienen que pasar la «ceremonia del peso», que consiste en que todas vayan pasando por la báscula para que las controlen el peso. Sin embargo allí dentro es imposible controlar si comen demasiado, si una cosa que comen tiene menos calorías que la otra, etc. Marta contempla felizmente que ha bajado de peso, 39 kg, pero también ve que eso no le hace tanta gracia a Adela. Pero nadie dice nada.

Lo que más llama la atención es cuando se pesa Inés. Saben cómo desmonta la comida y la esconde en servilletas, apañándose así para que no descubran que no come. No saben qué hace después con las servilletas, pero al parecer la báscula no marca que haya perdido peso. El resto de sus compañeras están realmente sorprendidas.

Durante la comida Marta está pensando la bronca que le va a echar Juan por adelgazar cuando de repente, Inés se desmaya. Adela reacciona rápidamente, y el resto de las internas llega a pensar que se ha muerto. Llegan una médica y un camillero para llevársela. Nadie es capaz de decir nada, Marta ha perdido el apetito.

Tras una charla con sus compañeras de baño, las de la habitación contigua, Marta se escabulle y va a ver a Inés a la UVI. La enfermera se muestra simpática y le permite ir a verla. Se encuentra con los padres de Inés, su madre llorando desconsoladamente. La visita es breve y no consiguen convencer a la chica de que tiene que comer.

En su habitual visita a Juan, éste le pidió que le dijese cómo había hecho para adelgazar, incriminándola que se ayudaban unas a otras. Sin embargo, Marta no lo veía igual y pensaba que si se lo decía estaría traicionando a las demás.

Susana, de 21 años y bulímica, entra como compañera de habitación de Marta. Según su criterio, está ideal, por lo que no entiende que haya ingresado. Pero Susana le explica que está muy agobiada. Su enfermedad es más grave que el hecho de darse panzadas de comida, pues para compensarlo, vomita y hace ayunos de días enteros. Ha entrado en la enfermedad después de pasar por la anorexia.

De pequeña practicaba la natación sincronizada y como era buena llegó a un equipo en el que la entrenadora era muy exigente. Además, como intentaba ser la mejor, acabó por dejar de lado los estudios. Entonces se dio cuenta de que con sólo 15 años estaba anoréxica y que estaba harta. Sus padres la apoyaron para dejar la natación, pero entonces llegó la idea de que podía comer mucho si después vomitaba. También usaba laxantes. Entonces, como desaparecía comida y sus padres se daban cuenta, acabó por robar en las tiendas; nunca la pillaron. Para ayudar a Marta a conocer la enfermedad, Susana le presta su diario, dejándole leer lo que quiera.

A lo largo de su conversación se da cuenta de que todas las que están allí ingresadas están dominadas por una ansiedad y agobio con un solo motivo: el peso.

Decide que tiene que llamar a Claudia, que no sabe nada del tema aún.

Aquel día tienen una sesión sobre autoimagen, que recalca que deben verse con objetividad. Comienza a darse cuenta de que el peso que corresponde a su altura es mucho mayor al que tiene en esos momentos. En esos momentos recuerda una vivencia en un concierto del grupo de Ricky. Se había puesto un vestido negro y dos componentes del grupo le dijeron que le quedaba apretado. La terapeuta le hizo darse cuenta que todo había sido por culpa de sus comentarios. Además, tras el concierto, por el mismo tema, discutió con Ricky, por lo que al llegar a casa cortó el vestido a tiras.

Después de escribirle la carta a Claudia, tras la sesión, fue a visitar a Inés. Estaba mejor y al día siguiente volvería a la planta. Para su sorpresa, Adela le muestra unas fotos de Inés cuando era modelo. ¡No estaba gorda en absoluto!

Aquel día la visitan sus padres acompañados de los gemelos, que se lanzan sobre ella a causa de lo dura que se les está haciendo la ausencia de su hermana mayor. Cuando le dice a su madre que está mejor, se da cuenta de que no está mintiendo, en realidad lleva unos días mejor.

Sus padres se van a una sesión con otros padres, por lo que ella se queda allí con sus hermanos, charlando. Ellos la preguntan si realmente está comiendo, no como antes, que decía que sí lo hacía pero era mentira. Le cuentan que Claudia ha llamado y entonces les da la carta que le ha escrito, para que se la hagan llegar a través de su hermana pequeña.

Pero al volver a la habitación se encuentra con Susana disgustada: por su culpa habían descubierto las trampas de Marta. La joven se había quejado del mal olor, y entonces encontraron que todo lo que no comía lo había ido guardando en los peluches de los gemelos.

Sin embargo, aunque esto ha molestado a Juan, hay un progreso. Marta ha engordado. Se siente feliz por poder salir de allí, pero al tiempo tiene miedo de descontrolarse y engordar demasiado. Para que se diese cuenta de que la autoimagen también incluía la personalidad, pero que últimamente estaba muy huraña, le dio un cuestionario que debía rellenar ella y también algún conocido, para darse cuenta de que los demás tenían pensamientos positivos sobre ella.

Con curiosidad comienza a leer el diario de Susana. Es increíble, era capaz de obligarse a no comer para adelgazar de un día para otro por ropa que se iba a poner, pero recae en atracones. La variación del peso es bestial de un día para otro. Cuanto más lee, más se horroriza.

Se da cuenta de que Adela ha descubierto a Inés al ver todas las palomas que hay en su ventana. Inés dice que comerá, pero sólo para salir de ahí y volver a adelgazar. Marta piensa que está loca y que no quiere acabar igual. Cuando está hablando con ella llega Susana para avisar de que tiene una llamada.

Es Claudia. En cuanto su amiga la pregunta cómo está se da cuenta de que la echa de menos. También le pregunta por Ricky, Marta cree que se ha vuelto loca, hacía tiempo que habían cortado.

En un concierto él se había mostrado alegre con los demás pero con ella, distante. Iban a dormir en tiendas. Marta ya estaba furiosa con Ricky porque apenas le dirigía la palabra. Al notar que él se acercaba, acabó casi encima de la chica que dormía a su lado. Cuando Ricky intentó acariciarla, ella, furiosa, lo rechazó. Al día siguiente estaban más tensos. Hasta que Ricky se cabreó y ella decidió marcharse en el tren.

Sin embargo, Claudia había hablado con Ricky y su versión era distinta. Según él, Marta estaba rara desde hacía un tiempo. Él intentó que ella se uniese a los demás, pero fue al revés, cada vez estaba de peor humor. Intentó reconciliarse con una caricia, pero ella le contestó con un pellizco y decidió dejarlo estar. Como al día siguiente él ya estaba mosqueado, y ella se alteró en seguida, decidió que lo mejor era dejarlo del todo.

Claudia le dice que no se preocupe, que irá a verla en cuanto pueda. Entonces Marta se da cuenta de todo lo que ha perdido por su obsesión.

Cuando la ve su madre ni la pregunta si está mejor, se le nota ya. Los gemelos la esperan en la salita y, al principio acobardados, acaban por contarle la verdad: la habían mentido cuando la dijeron que habían visto a Bes y a Ricky juntos. Ella está a punto de estallar, pero ellos la explican que era porque siempre estaba antipática. Se da cuenta de que tienen razón.

Marta sigue mejorando, ya no siente ansiedad al levantarse. El peso aumenta poco a poco, pero después de todo aumenta. Además, está convencida de que hay mejores cosas que hacer, que tal vez tenga una oportunidad… De pronto la sesión ha acabado, es demasiado tarde y además Marta tiene visita.

Cuando entra en la sala, Marta no lo puede creer. Se trata de Ricky. En su cara es capaz de leer su asombro, incluso su asco. Con su obsesión había conseguido que ahora tuviese un aspecto realmente penoso. Al darse cuenta de esto, estaba ya segura no sólo de que tenía que curarse, sino que quería curarse.

 

RELACIÓN CON LA PSICOLOGÍA

La relación de este libro con la psicología son los efectos no sólo físicos, sino psicológicos que tiene la anorexia.

Generalmente cuando se habla de anorexia y bulimia se piensa simplemente en demasiada delgadez y vómitos.

Sin embargo, son enfermedades mucho más graves que eso, porque conllevan una obsesión y unos pensamientos que sumergen a la enferma (generalmente mujeres) en un pozo oscuro del que se siente incapaces de salir. Muchas veces su obsesión por el peso hace que ni siquiera quieran salir.

En el caso de Susana ve que ha perdido el control y se odia a sí misma por los extremos a los que ha llegado. Ella misma decide que necesita ayuda, control.

Por otro lado, Marta está segura al principio que su peso debe bajar, y no se aterroriza al ver que no deja de descender. Pero las sensaciones de frío, debilidad, carácter irritable y tristeza están haciendo que no pueda seguir con su vida normal, y comienza a darse cuenta de que no puede controlarse.

Todo se trata de una imagen idealizada que tenemos del cuerpo perfecto: completamente delgado. Las críticas, las imágenes trucadas, los pases de modelos… Ese mundo no lo controlamos, nos controla, llevándonos a estos extremos. Como dice Marta en una ocasión «es increíble cómo nos han comido el tarro». Porque es así, se trata de eso, de palabras, porque no es un hecho que sea bueno ser así de delgada.

 

OPINIÓN RAZONADA DE LA OBRA

El libro me ha impactado. Jamás pensé que la anorexia implicase todo eso. Lo que más me ha llamado la atención ha sido el frío que sienten todo el tiempo y la manía por la higiene, la sensación de defensas bajas… que es cierto, pero que no ven que es cuestión de comer, en vez de lavarse.

Los gemelos me han gustado mucho. Son muy divertidos y añaden un toque muy alegre al libro, creo yo. Me encanta la carta que le escriben a Marta. Es cierto que aunque los hermanos se lleven mal se siguen queriendo. Y es lo que les sucede a los gemelos: aunque últimamente Marta está de mal humor, les da mucha pena cuando ingresa. Sus expresiones y apodos recrean un verdadero ambiente familiar: indios comanches, princesa-pies-de-viento, el capitán azul, fumar la pipa de la paz (un cigarrillo de chocolate), etc.

En conjunto, la historia es muy bonita, pero un poco liosa. Se alternan dos tipos de capítulos. En uno están mezcladas las sesiones de Marta y Juan y sus flash-backs, es decir, los recuerdos que le vienen a la mente según el momento. El otro consiste en un relato personal de sus vivencias en la planta de psiquiatría. Ha sido difícil establecer un orden para hacer el resumen.

A pesar de la dificultad, el libro me ha gustado mucho, aparte de servirme para conocer mejor esta enfermedad tan común y en realidad, tan poco conocida.

Trabajo original