Acabamos de celebrar el 60 aniversario de la liberación de Auschwitz, el mayor campo de concentración nazi de la historia, el mismísimo infierno, donde miles de judíos fueron asesinados a manos de soldados alemanes gobernados por Hitler.
Auschwitz es para miles de personas el lugar más sobrecogedor del mundo. Todavía hoy podemos encontrar montones de zapatos, gafas e incluso dientes de personas que por ser de una raza distinta o pensar diferente fueron exterminados como si fueran animales.
¿Cómo alguien puede ser capaz de matar a una persona sólo porque es de otra raza o porque no piensa igual que ella? Lo más escalofriante es que los nazis hacían sufrir a sus “esclavos” antes de morir, como si fueran títeres en sus manos, y asesinaban a niños indefensos.
Con ellos hacían los experimentos más crueles y, a cambio, para que participasen en ellos sin ninguna resistencia, les daban lo que más deseaban: comida, ropa nueva, juguetes… No es sorprendente que algunos niños sufriesen el famoso “síndrome de Estocolmo” y llegasen a «querer” a esos seres despreciables.
Hoy Auschwitz es el eco de miles de almas pidiendo libertad, pidiendo sólo una oportunidad de vivir que les fue arrebatada sin ninguna explicación. Este lugar demuestra lo más bajo que puede caer el ser humano, su gran ignorancia. Este lugar nos recuerda que un día, muy cerca de nosotros y no hace mucho tiempo, existió el infierno.