El muro de Cisjordania, denominado ‘Muro de seguridad contra el terrorismo’ o ‘Muro de la vergüenza’. Lo cierto es que no se afronta el verdadero problema, que es la reconciliación, si alguna vez existió, entre dos pueblos.

Se trata de un muro con el que Israel busca rodear toda Cisjordania. De sus proyectados 720 kilómetros de longitud, el 95% lo constituye un sistema de alambradas y sensores electrónicos y un 5% del trazado de la valla es un muro de cemento. El proyecto hasta el momento sólo contempla cubrir las áreas más conflictivas por las que los terroristas cruzan la frontera con 180 kilómetro de valla con sensores electrónicos.

El coste de cada kilómetro de valla electrónica se estima en un millón de dólares, en un momento de grave crisis económica en Israel que forzó al Estado a recortar el presupuesto en unos 500 millones de dólares.
En la mayor parte del territorio vallado se erige una verja que puede estar electrificada. Sin embargo, en las zonas más conflictivas (Qalquiya, Tulkarem) se ha instalado una gran muralla de hormigón que supera los 8 metros de altura. Las actuales proyecciones, que se espera que sean la mayor apropiación de tierra desde 1967, año en que Israel ocupó la franja de Gaza y Cisjordania, sugieren que el muro robustecerá el control israelí de casi la mitad de Cisjordania.

El muro ya se ha adentrado cuatro millas dentro de Cisjordania y en algunas áreas puede llegar hasta las 10 millas. El muro sigue firmemente un camino que asegura la máxima anexión de asentamientos y un control a gran escala de las tierras palestinas.

La edificación de este muro ha causado una gran polémica por lo que ha sido en ocasiones calificado como el muro de la vergüenza y existe alrededor de él una gran controversia.
Aquellos que defienden su construcción afirman que la valla en sí es un obstáculo físico que impide la infiltración de terroristas así como de armas y explosivos; un sistema esencial y exclusivamente de defensa cuyo único propósito es dotar de
seguridad a los ciudadanos israelíes y que el responsable directo de la construcción de la valla es el terrorismo, y que si el terror no existiese no se hubieran visto obligados a la edificación de la valla. Desde el mes de septiembre de 2000, 850 ciudadanos israelíes han sido asesinados por terroristas y por esta razón el gobierno israelí ha creído oportuno la construcción de esta valla defensiva para el país más desangrado del mundo por culpa del terrorismo integrista.

Los datos obtenidos desde la construcción parcial del muro de Cisjordania muestran que los ataques terroristas procedentes de la zona vallada disminuyeron considerablemente. En la franja de Gaza además, en la cual existe una valla de seguridad desde hace tiempo, ningún suicida palestino ha podido perpetrar ningún atentado desde su construcción.

En cambio aquellos que están en contra de su construcción defienden que el muro no es más que una soga colectiva alrededor del pueblo palestino y sus tierras. Recientes datos afirman que un 10 por ciento de Cisjordania está actualmente afectada por la destrucción creada por la «primera fase» del muro. Construir el muro ha llevado consigo la devastación de campos agrícolas, desperfectos en redes de regadío, aislamiento de fuentes acuíferas y la destrucción de casas, tiendas e infraestructuras sociales. Con la opresión diaria de cierres, asedios y toques de queda, la gente se ha vuelto particularmente dependiente de sus tierras para sobrevivir, pero no tienen acceso a ellas. Las tierras fértiles de 51 pueblos han sido o bien confiscadas o bien aisladas e inalcanzables a causa del muro. Además existen casos de personas que tienes a un lado del muro su vivienda y familiares y al otro lado su negocio o lugar de trabajo y como es necesario un pasaporte especial para atravesar la valla tienen que elegir entre las dos zonas.
Recientemente se ha celebrado un juicio en el Tribunal Internacional de Justicia de la Haya un juicio, que determinará la legalidad de esta construcción. En juego no estuvo sólo un fallo internacional, sino también la opinión mundial en un caso que subraya la parálisis del proceso de paz en Oriente Medio después de más de tres años de violencia.
Israel no acudió al proceso judicial, que considera político, pero alentó protestas «anti-terroristas» frente al tribunal y citó, como prueba de la necesidad de la barrera, un atentado suicida que mató a ocho pasajeros en un autobús de Jerusalén a finales de febrero. Alrededor de una docena de países, como Arabia Saudita, Jordania, Sudáfrica, Argelia y Cuba, tenían previsto presentar argumentos orales en apoyo de la posición Palestina. Estados Unidos, la Unión Europea y muchos países occidentales criticaron el trayecto de la barrera pero se unieron a Israel en rechazar las audiencias porque creen que podría interferir con el proceso de paz.
En todo caso esta claro que este muro abre cada vez más la brecha entre los dos pueblos que ven cada vez más lejos la paz.

Trabajo original