Miguel y Virginia eran unos niños que se quedaron huérfanos porque un día los padres tuvieron un accidente, y se fueron a Barcelona en un vagón de mercancías. Llegaron sanos, pero hubo un problema… que no tenían dinero.

Tuvieron que pedir limosna en el centro de la ciudad y recogieron 50 céntimos en total y tenían que dormir en la calle. Por la mañana se encontraron con el dueño de un orfanato y se fueron al centro, y a la semana siguiente les adoptaron unas familias diferentes y nunca volvieron a ser huérfanos.

A Miguel le iban las cosas muy bien. Tenía dos hermanos y vivía en una mansión y le cuidaban muy bien. Los padres de Miguel trabajaban en el ayuntamiento. La madre tenía 30 años y el padre 35 años. Lo que más le gustaba era tirarse en la piscina y jugar con el ordenador.

A Virginia le iban las cosas bien, pero no tan bien como a su hermano Miguel. Virginia vivía en un chalet con sus padres adoptivos, que se llamaban Gerardo e Isabel.
Gerardo tenía 32 años e Isabel tenía 38 años. Gerardo trabajaba en una fábrica de Sniace e Isabel era ama de casa. Lo que más la gustaba era jugar al escondite.

Y no se veían desde hace veinte años. Miguel se casó y Virginia tenía novio y un mes después Miguel y Virginia se vieron otra vez.

Trabajo original