La tía Julia decidió ir de viaje a Barcelona con sus cuatro sobrinos, que se llamaban Mónica, Lorena, Jorge y Jaime. Cuando estaban en el tren, la tía les dio de comer.
Al salir del tren la tía se olvidó de los niños porque era muy descuidada y además estaba acostrumbrada a vivir sola. Ahora se hacía cargo de sus sobrinos porque su hermana y su cuñado habían tenido un accidente.
Los bebés habían pasado a la siguiente parada y la tía cuando se dio cuenta cogió un tren rápidamente. La tía por más que buscaba no encontraba a sus sobrinos.
Pero la tía puso un detector en el bolsillo de Jorge. Así pudo encontrarlos y por fin pudieron viajar a Barcelona. Cuando llegaron a Barcelona bajaron del tren y se fueron al hotel. Ella fue a recepción a coger las llaves de la habitación. Al llegar a la habitación llamaron por teléfono; a Jorge se le ocurrió escaparse y se fueron de la habitación, encontraron una tarta enorme y fueron detrás de la tarta. Se metieron a la cocina y tiraron todos los cacharros hasta encontrar otra vez la tarta.
–¡Hay que ver la tarta más grande del mundo!-, dijo Mónica
-Y dijo Jorge: ¡Sí, la más grande del mundo!
Se subieron a la mesa y comenzaron a tirar trozos de tarta, el cocinero los encontró y les llevo a su habitación y se lo contó todo a Julia.
Al día siguiente fueron al centro comercial, Julia se despistó un momento mirando un vestido, rápidamente los niños entraron en la sección de juguetes.
– ¡Mira Jorge hay una puerta enfrente de nosotros!
– ¿A dónde irá?
– ¡Vamos a comprobar a dónde va!
– ¡Mira, es un almacén de juguetes!
– ¿Por qué no jugamos?
– ¡vale !
– ¡cada uno que coja lo que quiera !
– ¡mirad, hay una puerta !
– ¡es la calle !
Los niños salieron rápidamente del almacén de juguetes y se encontraron con un perro que les perseguía.
La tía cuando se quiso dar cuenta otra vez pasó lo mismo y llamó a la policía.
Dos horas después la policía había encontrado huellas de barro, eran huellas de bebés. Al día siguiente la policía encontró a los bebés, en la calle Fernández. Estaban mojados y llenos de barro.
Llamaron a la tía Julia que se encontraba en el Hotel. Rápidamente fue para el lugar donde se encontraban los bebés.
La tía por fin había escarmentado y no volvió a dejar a los niños solos. Dos días después se marcharon de vuelta a casa.