Llevar o no pañuelo en la cabeza, respetar los ritos de las religiones, adaptarse a otra sociedad o enfrentarse al desconocimiento son algunos de los planteamientos surgidos a raíz del caso de Fátima. La difusión de esta polémica ha merecido la valoración de una alumna.
La polémica ha surgido no hace mucho tiempo y es bien conocida por todos. A una alumna de un centro de enseñanza concertado se le prohíbe la asistencia a clase por querer llevar la cabeza cubierta por un velo.
A partir de un tema como éste han surgido varios debates que están apareciendo en los medios de comunicación y también en las tertulias. Existe un debate que gira en torno a la religión, puesto que vivimos en un país en el que predomina la religión católica sobre cualquier otra y este tipo de noticias levantan críticas más o menos duras.
Existe también un trasfondo político, que deriva necesariamente hacia lo que es un reflejo de la opinión personal de muchos ciudadanos sensibles ante estos debates.
Es precisamente en estos dos últimos aspectos donde me gustaría incidir. Desde el punto de vista político, pensamos que no parece tenerse en cuenta una constitución que recoge la libertad de opinión, de pensamiento, de cultura y de Religión.
Por lo que se refiere a la opinión popular, es ella misma la que ha dado origen a esta polémica. La niña, bien por gusto propio o bien por deseo del padre, tiene que llevar el pañuelo en la cabeza, porque así lo dicta su religión.
En general hay dos opiniones influyentes; los que están a favor y los que están en contra. Estos últimos afirman que la religión propia de cada persona forma parte de la vida privada y no tiene por qué afectar a la sociedad pública, en cambio si fuera una moda sí lo admiten porque es un hecho social. Los que están a favor, se basan en que si realmente la religión es un hecho privado, ¿por qué se da como una posible asignatura en los colegios e institutos la religión católica?. El que quiera aprender la religión católica que vaya a catequesis, o si no que en los centros de enseñanza se den como optativa, la religión musulmana, el budismo, el judaísmo…
Este hecho lo que nos demuestra es el racismo y la xenofobia que sentimos hacia lo desconocido, o mejor dicho, a lo que no es igual que nosotros, y realmente no tenemos derecho a protestar porque España es un país laico y tenemos libertad de religión, y aunque sea dominante la católica tenemos que admitir otras formas de pensar de vivir y, cómo no, de religión.