Si el roble es una muralla, el aliso puede ser el soldado que se resguarda como un animal asustado…

Si el roble es grosero y de aspecto rudo, el aliso bien puede ser una doncella de apariencia frágil y desvalida.

Si el roble es el padre autoritario, el aliso es el hijo que obedece sin rechistar, pues puede ser castigado.

Estas deliberaciones son los puntos de vista de los cántabros añosos, que al pie de la lumbre ven cómo se van convirtiendo en ceniza unos gruesos troncos.

Y al amor de la lumbre, en aquella fría, oscura y triste tarde, con los campos cubiertos por un fino velo de escarcha, seguían divagando sobre el mismo tema.

El de más edad es un habitante de las zonas altas de Cantabria y el otro, algo más joven, tiene una visión un poco más urbana, pues vive en los valles cercanos al inmenso mar.
El anciano piensa que el roble es el padre de nuestra civilización, puesto que es alto, fuerte, rudo y de tez áspera, como él, que con el paso de los años su tez posee surcos como aquellos que los campesinos realizan al labrar la tierra. Pero, a pesar de todo, se mantiene firme, erguido, sin doblegarse ni rendirse.
Es como las largas y fuertes raíces que el roble posee, que se aferran a la tierra a pesar de las inclemencias que surgen a lo largo de los años.

En cambio, el aliso necesita del apoyo de su madre para no desfallecer. Su amigo piensa que el aliso es el árbol cántabro por excelencia. Es como la doncella que, aunque de apariencia frágil, su resistencia es más duradera. Si la muralla se resquebrajase, el soldado se encontraría indefenso y perdido, en un lugar desierto donde no poder resguardarse.

El roble ha servido a lo largo de los años como símbolo de resistencia y honor para los cántabros. Así lo vemos en los antiguos ferroviarios que lo llevaban tatuado en sus gorras, como símbolo de lo firme y bien hecho.

En un momento dado, la ventana se abrió y penetró un frío, denso, seco y persistente aire que extinguió aquellas pequeñas brasas que todavía daban calor.
Las brasas podían ser como el roble, que por mucha resistencia que presentara, con un ligero soplo de aliso hizo que fracasara.
Roble y aliso pueden convivir perfectamente en Cantabria. El roble en la cima de la montañas y el aliso en las riberas de los caudalosos ríos que el roble ha visto nacer en sus montañas.

Trabajo original