Érase una vez un niño llamado Manuel, tenía 12 años, el pelo castaño, era serio, tranquilo, aventurero y adicto a la lectura.
Un día subió al desván a fisgonear y encontró un baúl en el que había muchas cosas: disfraces, trajes, sombreros, un globo terráqueo… Pero lo que más le llamó la atención fue un libro de aventuras cubierto de polvo.
A continuación cogió el móvil y llamó a su amiga Alba para contarle que había encontrado el libro que tanto había buscado, junto a un globo terráqueo.
Alba era una niña de pueblo a la que le gustaba mucho la naturaleza, tenía el pelo rubio y largo, era simpática, ambiciosa, mala estudiante, muy charlatana y amiga de emociones fuertes.
Leyeron el libro y les gustó tanto que decidieron ir al sótano a explorar el globo terráqueo, y localizar la isla en la que se desarrollaba la historia de aventuras.
Posaron el dedo en el lugar donde estaba situada la isla y de repente ¡ Ups Ups ! fueron absorbidos por el globo terráqueo. De pronto se encontraron en una isla rodeada de palmeras, con el suelo cubierto de una arenilla muy fina.
Se pusieron en marcha y después de haber recorrido varios kilómetros, a lo lejos observaron un faro en el que habitaban unos enanos muy gruñones y atrevidos que se alimentaban de bayas encontradas en el bosque.
Manuel y Alba decidieron pasar allí la noche. Estaban tan agotados de la caminata que no tardaron nada en quedarse dormidos.
Al amanecer Alba se despertó y pensó irse a inspeccionar los alrededores del faro.
Despertó a Manuel y se pusieron en marcha. Al cabo de mucho andar descubrieron un extraño campamento en el que había muchos objetos, como tiendas de campaña, fuego, ordenadores, billetes tendidos…