Año 3012. La población humana se ha quedado casi sin recursos naturales. El sol se ha desvanecido por completo. Ya sólo nos proporcionan luz y calor unos satélites colocados estratégicamente en la atmósfera terrestre.
Apenas tenemos agua. Estamos deshidratados, lo único que nos mantiene frescos y sin sed son unas píldoras con unas proteínas especiales que nos aportan hidro-energía. Si, ya sé que es un poco difícil de asimilar para una mente poco avanzada como la vuestra, pero las cosas aquí son así.
Los únicos que pueden disfrutar de agua natural son las personas más privilegiadas económicamente, como los dueños de los más importantes bancos de aire, los políticos y las personas de la nobleza. Para conseguir agua fresca y dulce, se tienen que realizar unos grandes y caros procesos de filtración para separar la sal del agua, ya que, en este tiempo, sólo se puede encontrar agua salada de los mares que, por cierto, cada vez queda menos de ellos.
Bueno, esto es una introducción para que os hagáis a la idea de lo que es la vida en la tierra hoy en día.
Yo soy Robert Strannford, y vivo en Calastonia, una de las miles de islas que se están desprendiendo de España debido a la erosión de la tierra. La tierra cada vez desertiza más rápido, y cada vez es más difícil remediarlo.
Sí, ya se qué os estaréis preguntando: ¿Cómo una persona española tiene ese nombre extranjero? Pues porque hoy en día vivimos dominados por la influencia anglosajona ya que América es la mayor potencia industrial del planeta. De esto os quería hablar… Yo trabajo en el mundo de la política, pero no estoy metido del todo en ello, sólo acuden a mí cuando necesitan mi ayuda. Soy algo así como un «arregla problemas gubernamental».
También trabajo como cajero en una Pildor-Shop, una tienda de píldoras alimenticias; bueno, claro, se me olvidó contaros que la reserva animal y vegetal se ha extinguido por completo y sólo nos alimentamos de unas pastillas con vitaminas y sustancias energéticas. En fin… continúo con mi historia.
Mis jefes sólo acuden a mí cuando es estrictamente necesario. En la mañana del diecisiete de febrero de hace siete años, yo estaba trabajando como cualquier día cuando me llamaron a la tele-pantalla, era mi jefe, el señor Johnson Dallas, presidente de España, dijo que necesitaba mi ayuda para un caso importantísimo y que debía ir inmediatamente a la capital española, Barcelona. Sí, ya sé que esto tampoco lo sabían: Barcelona.
Fui directamente al aeropuerto espacial para coger la nave que primero despegara con destino a Barcelona.
Cuando llegué a «La Casa Grande», Johnson estaba allí esperándome con todos los Ministros de Asuntos Exteriores, lo cual me hizo pensar que se trataba de algo gordo.
– ¿Qué se traerán entre manos? -pensé-.
Nos saludamos cordialmente y nos dirigimos a la sala de conferencias. Johnson comenzó su intervención:
– Sr. Robert, siento haberle interrumpido en sus horas laborales, pero necesitamos su ayuda. Usted domina perfectamente el inglés y el japonés, ¿verdad?
– Por supuesto, en el mundo en que vivimos, o sabes inglés, o no tienes nada que hacer, sin embargo el japonés lo aprendí por pura diversión y parece que ahora me va a servir.
– Estupendo. Queremos que se infiltre en el gobierno estadounidense para…
– ¿Gobierno estadounidense? Pero…
– No me interrumpa. Sospechamos que el Gobierno estadounidense está tramando una anexión con Japón para unir sus poderes e imponer una dictadura en todo el mundo, lo cual ocasionaría la cuarta Guerra Mundial y acabaría con los escasos recursos naturales que nos quedan.
– ¡Oh, Dios mío! ¡pero… eso sería terrible! Sin duda éste es el trabajo más importante que me han asignado jamás.
– Destruiría la capa de ozono por completo, y los trabajos empleados en reconstruirla no habrían servido para nada. También contaminaría totalmente el aire, de manera que no podríamos respirar ni con la mascarilla de oxígeno, que es lo que nos ha hecho sobrevivir hasta ahora…sería un caos. ¡Qué digo un caos. Sería el fin del mundo!
– Sin duda, pero… ¿Cuál es exactamente mi trabajo en este embrollo?
– Preste mucha atención a mis explicaciones: el presidente japonés y el estadounidense firmarán el contrato de su anexión dentro de dos noches, en presencia de los medios de comunicación de todo el mundo. Ese contrato es nuestra perdición. Su trabajo consiste en lo siguiente: debe viajar a la capital japonesa y hacerse pasar por el intérprete de ambos presidentes. Llevará consigo un contrato falso que comprometerá a los presidentes a utilizar gran parte de su reserva económica para devolver la vida a la naturaleza; la naturaleza que tan mal hemos sabido aprovechar los seres humanos, y que ahora es casi inexistente.
Usted, justo antes del momento de la firma, deberá cambiar el contrato verdadero por el que nosotros le encomendamos, y así, los ingenuos presidentes, firmarán sin saber que están firmando su rendición; pero a la vez, estarán firmando la salvación del planeta.
– O sea, que no sólo está en juego el fin del mundo sino también la reconstrucción del planeta…
– Exacto. Partirá hacia Tokio mañana a las ocho en punto de la noche, y llegará allí a las nueve. Usted deberá cambiar el contrato antes de las nueve y media, hora acordada para la firma.
– Entendido.
Esperé un día hasta que llegó la hora de partir. Fue el peor día de mi vida. Pasé interminables horas pensando en la misión, y rezando para que todo saliera bien.
Eran las 19,55 y ya había llegado al aeropuerto espacial cuando oí que decían por megafonía:
– La aeronave hacia Tokio va a despegar. Estimados pasajeros entren por la puerta número 92.
Aceleré el paso y llegué a mi respectiva aeronave. Esperamos unos minutos y despegó. El vuelo duró una hora. Sí, ya sé que es extraño para vosotros que durara tan poco tiempo, pero se ha avanzado tanto tecnológicamente…
A las 21,05 bajé de mi aeronave. En la escalerilla me recibieron los guardaespaldas de los presidentes con todos los honores. Me acompañaron al dinámic-car y me llevaron a la plaza de Strokavich, donde los presidentes iban a firmar en público. Yo llevaba el contrato falso en mi maletín, estaba nervioso, nerviosísimo. La plaza estaba llena de gente, cámaras y reporteros de todo el mundo.
Nos bajamos del dinámic-car y nos dirigimos al escenario donde estaban subidos los dos presidentes esperando mi llegada. Allí entablé una corta conversación con ellos, me entregaron el documento elaborado por ellos y me explicaron que debía leer el documento en voz alta en varios idiomas antes de que ellos lo firmaran. Así lo hice.
Llegó la hora. El destino de la Tierra estaba en mis manos.
Abrí mi maletín y en un momento en que los presidentes hablaban con un reportero cambié el verdadero contrato por el contrato falso. Después simulé que leía el otro contrato (gracias a mi prodigiosa memoria me lo había aprendido en unos minutos.) Les ofrecí sendas plumas para que firmasen. Las cogieron. Las destaparon y ¡firmaron!. ¡Había salvado al planeta de su destrucción!. ¡Era un héroe!
Después de que firmaran cogí un micrófono y leí en voz alta el contrato que en realidad habían firmado; todos los asistentes aplaudieron efusivamente. Los presidentes no tuvieron más remedio que gastarse gran cantidad de dinero en hacer revivir la naturaleza.
Ya llevamos siete años y no hemos hecho ni la mitad, todo el planeta está trabajando día y noche para que próximas generaciones puedan vivir en un mundo mejor, y estarán concienciados de que deben cuidar la naturaleza como a ellos mismos.
La destrucción del medio ambiente es nuestra propia destrucción.
Nota: Este es uno de los relatos ganadores del certamen organizado, con el tema La Paz, el curso pasado por la Asociación de Padres de Alumnos del IES Valle de Piélagos de Renedo.