Una interesante reflexión de un alumno ante la despreocupación generalizada por cuidar la tierra y a nosotros mismos para el futuro, en lo que califica de «desastre sociológico presidido por los señores políticos, que con la teoría de «déjalo pasar, ya lo hará otro» se quedan tan tranquilos».
Nos preocupamos de nuestra cartera, nuestra familia, nuestro trabajo e incluso a las personas de buen corazón, las preocupa su pueblo. Pero de ahí, aunque nos intentemos engañar no pasa nadie, exceptuando al naturalista treintañero, barbudo y de rizada y longeva cabellera, que además de esto se preocupa por el cormorán ibérico o la rata milanesa, y por otra insignificante y segundona labor, la salud de la tierra.
Una mala salud que, según estudios recientes puede llevarnos a un mundo mejor, a un mundo donde prime la igualdad por encima de todo, un mundo muerto. Se acabaron el paro y la inflación.
En vistas de este paradisiaco panorama, nadie se inmuta. «La vida sigue -pensamos-, tampoco será para tanto, si total ni siquiera ha abierto telediario» y en cuestión de un par de días todo olvidado.
Así da gusto, y es que después de tanto vaticinio en pro del fin del mundo, a uno ya no le afecta nada; también lo dijo Paco Rabanne y no pasó nada, el temido año 2000 entró, y si nos hemos muerto ha sido muy bajito, porque nadie escuchó nada, e incluso los planetas se alinearon y todos tan contentos.
¡Cómo para andar haciendo caso a unas personas que llevan años haciendo un estudio pormenorizado y exhaustivo del asunto, con la única base de la ciencia!. Si falla Paco Rabanne -todo un erudito en la materia- van a acertar estos científicos. La respuesta es sí. La ciencia no engaña, aquí no hay segundas oportunidades, pero claro cuánto más cómodo es dejarlo pasar. Si para llenar los bolsillos hoy es necesario estar muerto mañana, no pasa nada así de listos somos.
Todo este desastre sociológico presidido por los señores políticos, que con la teoría de «déjalo pasar, ya lo hará otro» se quedan tan tranquilos, siempre pensando en algo que les salve el cuello, o en el prematuro olvido que incluso ellos se permiten tener.
Este «pasotismo ilustrado» nos está llevando a las puertas de la muerte, si no a nosotros sí a nuestros sucesores, que al fin y al cabo no se diferenciaran tanto de nosotros. Este pasotismo, que créanme, espero y deseo que sea ilustrado, porque sino pondría en entre dicho la capacidad de elección de todos los votantes del mundo desarrollado. Aunque cueste creer en ella, ya que si existiese serían capaces de hacer algo a tiempo, de no prescindir totalmente del futuro y abandonar este hedonismo que es capaz de provocar una agonía que matará antes de morir.
Por desgracia dudo mucho que cambien las cosas, así son nuestros gobiernos, así es nuestra cultura, una cultura que en todo el mundo desarrollado es como el niño que deja los deberes para el último día, es como el padre descuidado que deja el gas encendido con los hijos en casa, es el borracho que coge el volante, es la cultura que se pasa a cuchillo a sí misma.
Somos nosotros y este nuestro resultado, y esto no lo dice el naturalista barbudo que quita del petróleo aves muertas, ni lo dice capitán del petrolero, ni mucho menos el jefe del gobierno, lo dice alguien que como todos no es culpable de nada, así que por qué hacer algo.