Piculín Pío Largo nos cuenta la historia de la Cueva del Pollo, dónde se encuentra y qué fue lo que en ella aconteció.

Me llamo Piculín Pío Largo y os voy a contar la historia de una cueva, en la que vivieron hace años-conviene recordar que, los de los pollos, son más cortos que los de los humanos, porque las amas de casa siempre están pensando, en ponernos » al ajillo»- unos capones, parientes míos, y me relató mi abuela Marcelina Pío Largo, la gallina más cotilla de todos los gallineros del corralón.

«A 1’5 kilómetros, aproximadamente, del pueblo de Saja se encuentra una cueva llamada «El Pollo». Este nombre de «El Pollo», se supone que viene de gente que habitó ya en tiempo inmemorial en ella, y tenían gallinas.

Un día a estas personas se les extravió un pollo y fue a salir al pueblo de Tudanca- sito en la ría del Nansa-; así es como esta cueva se quedó con el nombre de cueva de «El Pollo». Este lugar ha sido visitado por gente del pueblo y forasteros.

Tiene una boca y un portal bastante grande, en éste vivió un matrimonio con cinco hijos en el año 1933, aproximadamente. El jefe de la familia que habitaba allí, se dedicaba a hacer albarcas, pero pasaba bastantes fatigas por la escasez de alimentos.
Después también se utilizó para albergar ovejas y cabras como si de una cuadra se tratase.

Por personas que han entrado en ella, se sabe que después del primer portal existe una bajada; pasado un largo tramo, y agachados un poco, llegamos al segundo portal; tanto a la derecha como a la izquierda podemos contemplar diferentes figuras: el agua golpea en las estalactitas y se congela con las bajas temperaturas, y así ha formado un conjunto espectacular. Después de salvar diversos obstáculos, llegamos a otro portal, más pequeño que los anteriores; a la izquierda se puede observar un hueco, por donde – según los que allí estuvieron- aun con dificultades, se podría entrar. Casi al final de la travesía encontramos un letrero con una advertencia: «Hasta aquí llegarás, pero de aquí, no pasarás».

Esta afirmación, sin embargo, no es cierta, pero hay gente que, por miedo, no continúa. En ese mismo lugar se oye agua caer como si de un pozo se tratara.

Algunos curiosos que no han respetado el cartel manifiestan que, tras superar un pequeño tramo se divisa un punto en el que el orificio es muy estrecho y con ello el final de la ruta… aunque, un pollo y, por qué no, algún otro animal, sí podría pasar. Al mirar a través de este agujero, comprobamos que la cueva aún no termina. La gente que ha llegado hasta aquí, asegura que hay
1 km., aproximadamente, desde la entrada.
Se habla también de que hay dos torcas que se comunican con la cueva, pero un tanto alejadas de la entrada.

Espero que ahora me repliquéis con otra historia de nuestra comarca, tan entretenida como ésta, y… ¡cuidado! no intentéis adentraros solos en la cueva, porque se os puede quedar la piel como la de mi abuela Marcelina».

 

Trabajo original