Sin duda todos le hemos visto en el cruce de la Marga tendiendo amablemente la mano para pedir una limosna y recibiendo de buen grado la «voluntad» de los automovilistas. Nosotros hemos visto en clase una entrevista en Canal 8 de Televisión y hemos tratado de sacar las consecuencias.
Juan Jesús Domínguez Brión es mendigo. Es soltero y vive en Santander en una pensión en la que duerme y por la que paga 500 pesetas al día. Este dinero tiene que conseguirlo cada día en las calles de Santander pidiendo limosna.
Nació el 19 de agosto de 1956 en Corrubedo, un pueblo de La Coruña. Hasta los 17 años trabajó como albañil, pero después, al igual que su familia se dedicó al mar. Cuando cumplió los 40 años se quedó sin trabajo por una reducción de plantilla. Entonces tuvo que plantearse robar o pedir. Esto último fue lo que eligió a pesar de lo que este hecho conlleva. Los primeros días durmió en la plaza de México, y después estuvo en Candina, en donde no podía permanecer más de una semana.
Cuando consigue ahorrar algo de dinero va a visitar a su familia. A veces le da algo de dinero a su madre, pero casi siempre es ella quien le ayuda a él. Nunca le ha dicho que es mendigo, pero cree que hace tiempo que lo sabe. Ella se apena por su hijo, pero no le reprocha nada.
Juan Jesús es una persona amable que nunca fuerza a la gente para que le ayude. Por eso creemos que se merece una oportunidad para poder trabajar y no tener que pedir limosna para vivir.
Este hombre fue entrevistado hace poco en un programa de televisión local, y de esta manera hemos podido conocerle. A raíz de esta entrevista se nos ha dado la oportunidad de ayudarle y pensamos que hay varias posibilidades de hacerlo.
¿Qué sabemos los jóvenes de la marginación y de la pobreza en general?, ¿y qué sabemos de las personas que no tienen más remedio que dedicarse a la mendicidad?. La mayoría de nosotros muy poco, tan poco que normalmente huimos de estas personas sin pararnos ni siquiera a mirarles, sin tratar de hablar con ellos para poder llegar a la conclusión de que estas personas no están ahí porque quieren.
Hasta hace poco ni siquiera me había parado a pensar sobre ello. Si, me había fijado, pero nada más. Sin embargo desde hace pocos días me he acercado un poco más a raíz de una entrevista que he visto sobre un hombre.
Un hombre llamado Juan
Juan es alguien a quien yo ya conocía de haberle visto pedir no muy lejos de mi casa. Ahora sé que Juan no es de Santander, ciudad donde yo vivo, sino que es gallego, de un pueblo costero. Juan ha estudiado y ha trabajado (lo cual ha cambiado de manera radical una idea que yo tenía y era que esta gente ni había estudiado ni había trabajado). Cursó los estudios obligatorios y comenzó a trabajar como albañil, pero decidió abandonar porque según él «estaba hecho para la mar».
Así pues Juan abandonó a su familia y embarcó en un estilo de vida que el mismo confeso muy duro, sobre todo al principio, sin embargo ahora daría casi todo por volver a su trabajo, un trabajo que tuvo que abandonar hace un año y medio debido a una reducción de empleados en los barcos en los que trabajaba: quedo en paro, lejos de su casa y sin medios para vivir. Y quizá sea este el momento más duro para él, tenía que decidir entre las únicas dos opciones que tenía: robar o pedir.
Quizás muchos de nosotros estemos ahora muy seguros de que no vamos a llegar a esta situación, de que nunca vamos a tener que decidir algo tan drástico como esto, pero el caso es que Juan podemos ser en un futuro muchos de nosotros, y entonces tal vez nos daremos cuenta del valor que hace falta para salir todos los días a pedir limosna sin la seguridad de qué vamos a comer o dónde vamos a dormir. Yo particularmente no sé si tendría valor.
Ahora, la pregunta sería ¿cómo podemos ayudarle? Yo soy de los que opino que la amistad, la comprensión y el ayudarle con el dinero que podamos sería muy valioso, tanto para él como para nosotros, aunque si no queremos hacer nada de esto por lo menos el respeto; el respeto que se merece una persona que lucha y que pelea cada día por su vida.