Este artículo pretende ser una llamada de atención sobre tres especies en claro y grave peligro de extinción que siempre han habitado en nuestros bosques, pero que la acción del hombre, como casi siempre, les está llevando a la desaparición: el lince, el águila imperial y el oso pardo.

El Lince

En España quedan entre 1000 y 1200 ejemplares de lince, aunque estas cifras han bajado hoy en día e incluso se podrían situar en la mitad.
Las Comunidades Autónomas con presencia de lince son: Andalucía; Castilla-La Mancha; Castilla y León; Extremadura y Madrid.

Castilla-La Mancha ha perdido en el mejor de los casos, el 30 por ciento de sus linces y en el peor, la mitad de la población.
Si no se invierte esta tendencia, los Montes de Toledo (uno de los refugios habituales de este felino, que ostenta la triste vitola de ser el carnívoro europeo más amenazado) perderán para siempre al lince.

Sólo Sierra Morena, Doñana y las sierras del sur de Salamanca y del norte de Cáceres albergan poblaciones casi tan importantes como las toledanas.

Hay que tener en cuenta que si desaparece el lince en España, desaparecerá en todo el mundo, ya que el lince ibérico sólo habita en nuestro país y es una especie diferente de sus parientes europeos, norteamericanos y asiáticos.

El lince es la especie de felino más amenazada del mundo.

Un reciente estudio genético publicado por la revista Natura y llevado a cabo por tres investigadores, entre ellos el español Beltrán y la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) han reafirmado el carácter de especie en peligro de extinción para el lince ibérico. Pero la UICN además, presenta a este carnívoro como la especie de felino más amenazada de todas las que se conocen en el mundo.

 

El Águila Imperial

El águila imperial es la más fuerte ave de rapiña que se encuentra en nuestro país. Por desgracia, está casi extinguida aunque es posible que se logre salvarla gracias a la creación de los Parques Nacionales en diferentes países.

El águila imperial es de color amarillento o pardo, tiene el pico curvo y muy fuerte así como unas garras muy afiladas. Tiene una anchura o envergadura de punta a punta de sus alas que llega a los dos metros. Su plumaje es muy bello y las coberteras inferiores de la cola poseen un plumón de gran suavidad, muy estimado para llenar almohadas y edredones.
Su nido aparece formado sobre los altos muros rocosos de las montañas, por lo general por debajo del límite superior de la vegetación arbóreas y protegido por un voladizo de la roca.
Este ave rapaz persigue toda clase de animales, lo mismo el cabrito, el cervatillo, etc., que las más variadas aves, como la perdiz, la ortega, etc.

Hoy en día, en España quedan entre 100 y 1000 águilas imperiales.

 

El Oso Pardo

Sabemos a través de textos medievales que los dominios del oso pardo se extendían prácticamente por todo el solar ibérico, desde los bosques próximos a las costas andaluzas, hasta las húmedas selvas norteñas.

Tan venturosa situación es prontamente truncada, al aparecer en escena las primitivas armas de fuego portátiles, que sustituyeron a venablos y saetas. Su posterior perfeccionamiento y la intensa deforestación que en los siglos XVI y XVII padecían nuestros bosques, hicieron que los osos y buena parte de la fauna ibérica se vieran obligados a vivir en los rincones más apartados y a las más inaccesibles cordilleras.
En los inicios del siglo XIX solamente había osos en los Pirineos, Cordillera Cantábrica y núcleos montañosos próximos a ésta. Hoy día, su censo y hábitat se ha reducido todavía más, apenas quedan un centenar de ejemplares distribuidos en dos poblaciones aisladas entre sí, por lo que el oso pardo se enfrenta a un reto difícil: vivir.

Los osos que deambulaban por nuestra región pertenecen a la población oriental, localizada al este del puerto asturiano de Pajares, en terrenos de Palencia, León y Cantabria. Actualmente este núcleo cuenta con una treintena de ejemplares.

Sus características: es un hermoso animal, corpulento, ágil y habilidoso, pero torpe de movimientos. Nada bien y puede trepar por los árboles. En cuanto a sus sentidos, son excelentes el olfato y el oído.
El invierno lo obliga a la hibernación, comienza entonces a vivir a expensas de la grasa acumulada en su cuerpo, aunque no pierde su capacidad de percepción, lo que le permite huir ante el peligro.
Las osas paren cada dos o más años y a pesar de ser una especie protegida su futuro es bastante incierto.

 

Trabajo original