Ocho accidentes en menos de un año señalan el decaimiento del Ejército del Aire español. Algo está pasando. Este artículo es una reflexión sobre los últimos accidentes de la aviación militar en España, destacando los dos de F-5, pertenecientes a la ‘Patrulla Águila’, el equipo acrobático más importante del Ejército del Aire.
Nuestro país es, sin duda, heredero de una importante tradición militar y aeronáutica, y muestra de ello son los vuelos del «Plus Ultra» y el de Barberán y Collar, que nos dan a conocer cómo España fue muchas veces pionera y marcó algunos de los hitos mundiales más importantes, siendo los nombrados aquellos que abrieron respectivamente al tráfico aéreo las rutas del Atlántico Sur y Central, o incluso los viajes de la «Patrulla Elcano» a Manilla (Filipinas).
Sin embargo, algo está ocurriendo en el Ejército español. En menos de un año se han producido ocho accidentes graves con aviones pertenecientes a las Fuerzas Armadas, en los cuales nueve militares han muerto y se han perdido ocho aparatos. El poder aéreo se ha visto reducido en cuantía, siendo los aviones siniestrados: un Harrier AV-8B, un helicóptero, un hidroavión, un F-18, el único prototipo de Eurofighter, un Mirage F-1 y dos F-5. De todos ellos, seis eran cazas y dos de ellos pertenecían a la «Patrulla Águila», lo que hace que el asunto sea aun más considerable y preocupante.
La «Patrulla Águila» es heredera de la tradición acrobática del Ejército del Aire, precedida por otros equipos acrobáticos, de los cuales el más importante es la «Patrulla Ascua», que fue la que más reconocimiento nacional e internacional alcanzó en su época, dotada con 6 aviones F-86 Sabre y que se mantuvo en actividad durante 10 años, hasta su disolución en 1965.
Fue en 1985 cuando se dieron de nuevo las condiciones necesarias para formar un equipo de acrobacias, pues entraba en funcionamiento un avión de fabricación nacional, que poseía las características necesarias para poder llevar a cabo los ejercicios: tenía un excelente comportamiento en vuelo, era acrobático y duro. Es así como el Capitán Carrizosa fundó la Patrulla, junto a un grupo de profesores de la Academia General del Aire. En principio usaron cinco aviones, pero se dieron cuenta de que el uso de siete posilitaba al máximo el aprovechamiento de las características del avión. Además, se instaló un generador de humo blanco y de color y un esquema de pintura de fuselaje inspirado en la antigua Patrulla.
Los objetivos que persigue la Patrulla son, en general, contribuir a un mayor prestigio del Ejército del Aire y de su Academia General, promocionar la Industria Aeronáutica, ser ejemplo de la gran disciplina que debe llevarse a cabo durante el vuelo, promover el interés entre la juventud por la Aviación Militar, contribuir a realzar importantes manifestaciones de la vida nacional y ser embajadores de España fuera de sus fronteras.
A pesar de todos los éxitos cosechados por este gran equipo acrobático, el más importante que posee el Ejército del Aire, es evidente que algo está sucediendo.
La «Patrulla Águila» posee su propio personal de apoyo, formado por el personal de mantenimiento y abastecimiento de la Academia General del Aire, cuya misión es preparar y poner a punto los aviones, además de encargarse de las reparaciones y asistencia técnica al motor y sistemas de electricidad, electrónica, hidráulica, instrumentos, célula y oxígeno. Pues bien, parece ser, que a pesar de la preparación de este personal técnico, no es suficiente, pues las pérdidas son claras, y no sólo de aparatos, pues ya estamos hablando de vidas humanas. Y esto no es lo más grave, ya que los accidentes que se han producido en la Patrulla, ambos, pertenecen al Ala 23, sede de la Unidad de Instrucción de Caza y Ataque del Ejército del Aire y perteneciente al Mando Aéreo del Estrecho, con base en Talavera la Real (Badajoz). Dicha base alberga 23 cazas F-5, de los que 22 son biplaza, y entraron por primera vez en servicio en 1970.
Parecer ser que el potencial aéreo español está perdiendo considerablemente su prestigio tras todo lo ocurrido y lo más triste es que aún no han encontrado una solución para remediar el problema, quedando alguno de los casos sin resolver, es decir, el porqué se produjeron los accidentes, cuáles son los defectos que poseen los aviones.
Si esto sigue así, dentro de poco, dejaremos de ver las pocas exhibiciones anuales que iluminan las caras de los niños y de los no tan jóvenes, que acceden a las bases aéreas con toda la ilusión de ver a los pilotos manejar sus aviones, asombrando al público al realizar todo tipo de maniobras arriesgadas y evoluciones vulnerando la ley de la gravedad. O incluso nuestros cazas, ahora desplegados en misiones humanitarias en Kosovo, como refuerzo de los Infantes de Marina.
Es, indudable, que algo debe hacerse al respecto. Aunque sólo sea por el poco orgullo que nos queda.