Los jóvenes dependemos de las nuevas tecnologías, pero no somos los únicos. Los padres compran cada vez más pronto móviles a sus hijos y los medios de comunicación nos avasallan con imágenes perfectas. ¿Todo esto es necesario?
Los jóvenes dependemos de los ordenadores, los móviles, los videojuegos… en definitiva, de los grandes avances tecnológicos.
Pero no somos únicamente nosotros los que no podemos vivir sin ellos. ¿Qué sería del ejecutivo sin su portátil?, ¿qué sería del gran empresario sin su teléfono móvil?
Si reflexionamos sobre esto un poco nos daremos cuenta de lo imprescindibles que nos resultan estas nuevas tecnologías. Además, los adultos colaboran con ello comprando móviles a niños de tempranas edades, para intentar controlarles y logrando lo contrario.
Un chaval de quince años, ¿necesita una consola en un viaje de fin de curso?, ¿necesita el móvil una tarde de verano en la playa?, ¿necesita el ordenador para divertirse con sus amigos (aparte del consagrado alcohol, del que no vamos a hacer referencia, ya que es un tema que nadie conoce mejor que nosotros y del que se han hecho demasiados comentarios; además nadie puede hablar de sus desventajas sin tener en cuenta nuestras desventajas)?
Hemos dejado de conocer la letra de nuestros amigos y sus faltas de ortografía porque una máquina nos sustituye y se encarga de perfeccionarnos.
Creamos modelos a partir de los impuestos en los medios de comunicación, ¿es la chica perfecta aquella que sale en un pase de modelos, es esa la mujer a la que queremos parecernos?
Esto nos llevaría a una pregunta, ¿es buena esta dependencia? A nuestro modo de ver, esto nos convierte en un poco más materialistas de los que ya somos, nos olvidamos de las pequeñas cosas que no se consiguen apretando un botón, o de los arrinconados sentimientos. No es que digamos que el desarrollo esté mal, sino que estamos atados a él. Es bueno, pero no hay que olvidarse de las cosas que sientan las bases de la vida.