En la actualidad, no sólo en España, sino en la mayor parte del mundo, se llevan a cabo numerosos movimientos religiosos, o sectas, que comparten una ideología determinada o un líder como predicador de unas ideas.
El ser humano, tanto pobre como rico, necesita creer, compartir algo trascendental y no solamente los que creen en Dios; también aquellos que niegan su existencia. El hombre, para superar la inquietud de saber que morirá y que tarde o temprano desaparecerá, debe creer y crear algo para sentir que puede trascender. Esas creencias, que el hombre necesitó y necesitará para hacer la vida soportable, se transformaron en mayores sufrimientos para la persona.
En nuestra sociedad hay numerosos adolescentes que pertenecen a estos grupos y que precisamente no se han introducido en ellas por su ceguedad de llevar la contraria, sino que sus propias familias han sido los que les han integrado. Algunos jóvenes, se refugian en estos grupos por diversos motivos, se sienten solos, sin amigos, poca relación con los padres, baja autoestima…Esta situación es la que aprovechan los lideres para hacerles sentir importantes y bien recibidos en estos grupos.
Los buscadores de nuevos seguidores están entrenados para examinar rápidamente las perspectivas con que cuentan, por medio de la observación y de conversaciones aparentemente comunes, que les ayuden a determinar quienes son los que merecen mayor atención. Durante estos contactos principales, los reclutadores hacen lo posible para que el grupo les resulte sumamente atractivo al recién llegado. Este se siente emocionado y feliz de merecer tantas atenciones de estas personas idealistas, tan semejantes a él, que parecen compartir una existencia llena de sentido y resolver los problemas personales. Es probable que se queje perplejo y confuso al oír muchas de las ideas que se exponen allí, pero esto lo solucionan haciéndole creer que todo se soluciona a su debido tiempo.
Lo más natural es que al iniciado le resulte demasiado violento el mostrar su desaprobación por tener que rechazar el aparente interés en su bienestar que le han mostrado sus experimentados compañeros. Con el tiempo, el iniciado hace suyo el estilo de vida de la secta y la visión del mundo que tenia antes de ingresar en ella pasa a ser un recuerdo lejano, en parte olvidado y en parte anulado, ausente de su realidad cotidiana. Comienzan a repugnarle las creencias que inspiran a la religión y la sociedad, de las que se van desprendiendo gradualmente, por las que recurrirá en adelante al engaño y al fraude en sus contactos con el mundo exterior y hostil, convencido de que los fines sagrados justifican tales medios. De ahí surge también el rechazo cordial que siente hacia sus progenitores y maestros.