Repaso a los símbolos de la Navidad en este extracto extraído de las páginas sobre la Navidad remitidas por el IES José María de Pereda de Santander.
Los principales ritos alrededor de la navidad son:
El Belén: La iniciativa de montar un Belén por Navidad vino de la mano de San Francisco de Asís. Este santo conmemoró el Nacimiento de Jesús instalando en una colina cercana al pueblo italiano de Greccio un pesebre con figuritas.
Poco a poco se fue popularizando la idea y los napolitanos, famosos por su artesanía en tallas, dieron un gran impulso a esta costumbre.
Primero en palacios y monasterios y más tarde en las casas burguesas, el Belén se convirtió en una institución que pasó a ser de uso masivo cuando las figurillas abarataron sus precios.
En los países mediterráneos, donde esta costumbre se mantiene con más fuerza, el Belén se ha adaptado al aspecto de cada religión.
Papá Noël: Desde tiempos remotos, en los países nórdicos ya existía en la imaginación de todos un personaje canoso y mágico, el Dios Odín, y pequeños seres que repartían regalos a los niños.
San Nicolás o Papá Noël se introdujo en Inglaterra en el siglo XIX.
Según la tradición, San Nicolás se convirtió en el patrón de los más pequeños cuando un 6 de diciembre libró a tres niños de la esclavitud regalándoles una barra de oro con la que pagar su libertad.
Desde entonces, San Nicolás trae presentes a los más jóvenes. Aunque actualmente Santa Klaus viene por Nochebuena, muchos países no han querido renunciar a la celebración del 6 de diciembre.
Nochebuena y Nochevieja: mucho antes de la implantación del Cristianismo, Roma celebraba los cultos al Dios Jano y a Mitra.
Probablemente fuera ese substrato lo que llevó a la Iglesia a instituir, en el siglo IV, como fecha de la Natividad del Señor el 25 de diciembre, día en que los romanos celebraban el culto a la amistad.
La celebración de Nochevieja también tiene orígenes remotos. En Babilonia se conmemoraba el año nuevo en primavera, igualmente que en Roma, hasta que en el año 140 antes de Cristo se institucionalizó el 1 de enero como el primer día del año.
Esta fecha cayó posteriormente en el olvido hasta que hace apenas 300 años y por motivos de reajustes en el calendario, se volvió a recuperar.
El muérdago: es una planta ligada a la mitología celta y al roble sobre el que crece. En las fiestas de los druidas siempre estaba presente y durante el siglo XIX, en Inglaterra y Francia, los mendigos pedían dinero por estas fechas con ramas de muérdago en la mano en señal de buena suerte. Dadas sus propiedades curativas, -dolores y reuma, entre otras- su fama se fue extendiendo. Ninguna casa anglosajona sí olvidaba en Navidad de poner una rama de muérdago en la entrada de la casa para dar buena suerte a todo el que pasase por debajo de ella.
El Turrón: catalanes y alicantinos se disputan la paternidad de este popular producto.
Los catalanes defienden dos versiones. La primera se remonta a 1703: tras la peste que asoló Barcelona, se convocó un concurso de pasteles que pudieran resistir un mes sin malearse, resultando ganador el pastelero Pau Turró ó Turrons. La segunda versión, fechada en 1714, durante el sitio de Felipe V a la Ciudad Condal, tiene el mismo protagonista.
Cuentan que mezcló los últimos alimentos que les quedaban, miel y almendras, resultando un producto de alto valor nutritivo, de larga conservación y que podía repartirse con facilidad entre los combatientes, el turrón.
Más documentada parece la versión alicantina, que afirma que heredaron de los árabes el arte de hacer turrón, respaldada por el libro del siglo XVI, «Los lacayos ladrones» de Lope de Rueda, en el que ya se mencionan los populares turrones de Alicante. Pero sea cual sea su origen, lo que se puede afirmar con toda certeza es el que el turrón es un descendiente directo de otros dulces típicamente españoles como alfajores de Andalucía y alajú de Cuenca, ambos mezclas de nueces, miel y especies aromáticas.
Los turrones tradicionales, blando y duro, se elaboran básicamente con los mismos ingredientes naturales que hace 500 años: almendra, frutos secos, miel de romero o azahar y azúcar. Pero además de estos dos típicos turrones, que no faltan en las mesas navideñas, en los últimos años, han aparecido otras especialidades en las que se sustituye la almendra por productos tan variados como chocolate, cacahuetes, frutas, coco, yema, mazapán y los pralinés de infinidad de sabores.
El proceso de elaboración es auténticamente tradicional y, aunque las modernas maquinarias facilitan su producción industrial y garantizan una mayor calidad, el sector turronero sigue guiándose por la misma «receta» de siempre.
Para elaborar el turrón duro, o de Alicante, se cuece la miel en una olla de doble fondo «malaxadora», se bate, se le añade el azúcar y la clara de huevo. Se van vertiendo los capazos de almendras tostadas y sin piel.
La pasta resultante se mezcla con grandes palas de madera y movimientos rítmicos hasta que el maestro turronero prueba un pequeño bocado y da por concluida esta fase, llamada «punto de melero».
La masa obtenida se deposita en moldes y se cubre con la oblea, se corta en barras, se enfrían y seguidamente se envasan al vacío, para poder conservarlas más de un año. Para obtener el turrón blando, o de Jijona, después de la malaxación y el batido, se muele durante media hora y se pasa la masa a las refinadoras para que quede totalmente pulverizada; se traslada a otro depósito donde se mezcla, actuando entonces el «boixet», palabra valenciana que designa un pequeño mortero, aquí el producto se convierte en turrón de Jijona. Se deja reposar durante dos días para que endurezca, se corta y se envasa.
España es el primer productor mundial de turrón, mazapán y dulces de Navidad. En 1992, se exportaron 1.400 toneladas casi exclusivamente a Latino América. También están penetrando con mucho éxito en Extremo Oriente y Japón e incluso en países con gran tradición exportadora de dulces como Gran Bretaña, Alemania y Francia.
El turrón se toma al final de la comida, acompañando al café, al cava o a los licores.
Sírvelo en bandejitas, cortado en trocitos para que puedan tomarse de un bocado. Colócalos haciendo formas decorativas, por ejemplo alternando los sabores. Puedes adornarlos también con frutos secos o frutas glaseadas. Los otros dulces típicos como polvorones, mantecados, glorias, roscos de vino, peladillas, alfajores y barquillos, sírvelos a la vez que el turrón en cuencos o bandejas decorativas.
El Abeto: adornar el abeto con regalos, velas y golosinas es una tradición importada de los países nórdicos. Hace más de 2000 años las tribus germanas celebraban el 24 de diciembre, alrededor del abeto, el solsticio de invierno.
Iluminando el árbol, se cumplía con un rito ancestral que anunciaba el fin de los días cortos y las noches largas. Una clara metáfora del triunfo de la luz.
La primera constancia escrita de esta costumbre aparece en Alsacia hacia el siglo XIV pero no es hasta el siglo XVIII cuando la esposa de Jorge III Ileva a Londres el primero y popularizó árbol de Navidad.
Desde entonces, Oslo envía puntualmente a sus vecinos un abeto gigante que es colocado en Trafalgar Square. En el reinado de la Reina Victoria, en el siglo XIX, esta costumbre se popularizó definitivamente, pasando rápidamente a Estados Unidos, seguramente de la mano de los colonos alemanes-, y de allí al resto del planeta. En nuestro país se empezó a popularizar a partir de la década de los 60.
Tarjetas de felicitación: los romanos, al llegar estas fechas, felicitaban a sus amigos y familiares intercambiándose ramas de olivos, dulces de miel o monedas de oro. Eran las fiestas del Dios Jano, dedicadas al culto de la amistad.
Con el paso de los siglos estas celebraciones se cristianizaron y el intercambio de pruebas de amistad se convirtió en el reparto de regalos y de las tarjetas de felicitación. Las primeras tarjetas de navidad datan del siglo XV, coincidiendo con la aparición de la imprenta.
El originario fondo representando al Niño Jesús con la inscripción «Feliz Año Nuevo», fue diversificándose a través del tiempo. A principios del siglo XIX los artesanos ingleses imprimían sus propias felicitaciones -para repartirlas y recibir a cambio aguinaldo, hasta que un tal George Baxter comercializó el producto. El gran auge vendrá cuando, a finales de siglo, aparezca la primera felicitación con la imagen de Papá Noël. Desde entonces dos o tres semanas antes de Nochehuena es habitual enviar a familiares y amigos estas tarjetas.