La noticia de la violación de una niña nicaragüense de nueve años ha causado un gran impacto en la sociedad, haciendo renacer un debate ya planteado anteriormente. En la actualidad, la opinión pública está dividida entre dos puntos de vista: sí al aborto o no al aborto.
Con respecto a la primera posición, muchas personas creen que es triste ver como una institución tan «respetable» como es la Iglesia sigue anclada en la antigüedad, dejando morir a la niña tan solo por salvar la vida de un feto que nunca llegará a nacer. Esto es debido a que se quiere mantener antiguos valores, donde lo más importante es salvar todas las vidas posibles. El problema de la Iglesia en estos casos es que tiende a generalizar, cuando lo correcto sería analizar cada caso por separado.
¿Cómo se puede permitir que se ponga en peligro la vida de esta niña, que apenas es consciente de lo que le está ocurriendo?¿Cómo se puede decir a unos padres que dejen morir a su hija tranquilamente? Sí, es cierto que aunque aborte existen posibilidades de que muera, pero no tendrá ninguna de vivir si no lo hace.
La decisión de abortar o no, no es algo que se deba tomar a la ligera, pero en casos de violaciones o/y de embarazos no deseados a edades tempranas, debería de estar permitido sin ningún tipo de traba social o moral. Por eso nos resulta incomprensible cómo un país democrático, como es Nicaragua, se opone a dar al menos una opción a esta familia, obligándoles a emigrar para tratar de paliar el sufrimiento de su hija.
Aun así, hay personas que ven el aborto poco menos que como una práctica «monstruosa» y están en su contra, sea cual sea la situación. Se excusan tras valores éticos y recurren con frecuencia a la religión para condenar esta práctica, que es muchas veces, como ya hemos dicho, más que necesaria.
Y es que desde el momento mismo de la concepción estamos hablando de una vida. El bebé, aún por nacer, es un ser humano en el mismo grado y por la misma razón que la madre, y por lo tanto, nadie tiene derecho a privarle de este privilegio, bajo ninguna circunstancia.
Con el fin de justificar su postura en contra, se valen también de los médicos que intervienen en las operaciones de este tipo, quienes actúan bajo una serie de principios éticos, según los cuales adoptarán el método de tratamiento más beneficioso para los pacientes, absteniéndose de todo aquello que fuere nocivo y malicioso. Tampoco administrarán drogas mortales ni aconsejarán su empleo, y ni mucho menos se colocará el pesario a una mujer para provocar el aborto, manteniendo el respeto por la vida humana desde el momento de la concepción.
Y es aquí donde se plantea el dilema porque… ¿Y si salvamos al niño pero arruinamos la vida de su madre? ¿Estaría justificado el nacimiento de esa criatura no deseada? Es probable, y no sólo en los casos de violaciones en los que el niño es, muchas veces, el recuerdo constante de aquel traumático suceso, que el pequeño acabase viviendo en un ambiente hostil cargado de resentimiento por parte de su madre en el que ni él ni ella llegasen a ser felices. Por eso, como ya hemos dicho, hay que tener una mentalidad abierta y dar otra salida a estas «madres por accidente».