¿Hasta dónde nos ha llevado la codicia? ¿En qué se ha convertido la felicidad? ¿Somos realmente felices? Estas son sólo algunas de las preguntas que hoy en día rondan nuestra cabeza.
Todos somos conscientes de que nuestros abuelos y demás antepasados vivieron tiempos difíciles en los que poder llevar un trozo de pan o un vaso de agua a la boca ya era motivo para sentirse satisfecho.
Hoy podemos dar gracias porque eso haya cambiado, ya no tenemos que pasar hambre, sed o frío. Ahora lo tenemos todo en abundancia, ropa, comida, juegos, utensilios, etc; Y sin embargo, somos incapaces de disfrutarlo, siempre sentimos la necesidad de tener lo del de al lado o algo mejor, la codicia y la envidia se han convertido en las bases de nuestra sociedad.
Hoy alcanzar la felicidad es un privilegio que alcanzan muy pocos, puesto que son mínimos los que saben apreciar lo que tienen y conformarse con ello al mismo tiempo que valoran los esfuerzos de quienes les rodean para permitirles esos pequeños caprichos que todos ansiamos de vez en cuando.
De lo que no hay duda es de que vivimos en una sociedad derrochadora y que tal vez deberíamos reflexionar sobre ello más a menudo.