La adolescencia, que comprende de los 12 a los 18 años, está considerada como la etapa más crítica de cuantas vivimos. El paso previo a la madurez es fundamental y marca el rumbo que tomamos de cara al futuro. Así es ser adolescente.

La adolescencia es el período que va después de la infancia y que se extiende hasta la edad adulta. En los chicos suele ir desde los catorce hasta los veinte años y en las chicas desde los doce a los dieciocho años.
Es un período crítico, voluble, turbado, al cual padres y adolescentes temen. Los padres porque ignoran las reacciones del hijo en ese período y cómo acercarse a él sin que se rebote y el propio adolescente porque teme el descontrol.

Para los padres es muy complicado comprender que los hijos van creciendo, formándose para poder pensar y actuar por sí mismos y para los adolescentes la madurez se les sube a menudo a la cabeza.

Todos los que ahora disfrutamos de la adolescencia convivimos con esos cambios de carácter inexplicables, esas sensaciones corporales que se escapaban a nuestra comprensión y esas ganas de comerse el mundo y todo aquello que estaba prohibido. Nuestros primeros pitillos, nuestro primer contacto con el alcohol y las drogas, nuestro primer beso y nuestra primera decepción en el amor.

El adolescente se adentra de forma impetuosa en busca de nuevas experiencias porque cree ya ser mayor y suficientemente inteligente para salvar todos los obstáculos que se le atraviesen en su camino para obtener sus metas. Pero a menudo parece que todo sale mal y además sólo puede confiar en los amigos porque los padres parece que dejaron de comprenderle.

Los padres dejaron de protegerle y tiene que afrontarse con diferentes retos en la vida que le conducirán al mundo adulto. A veces en este camino tropiezan con otros adolescentes cuyos vínculos familiares no sean demasiado fuertes, sus padres han dejado de preocuparse por ellos, o simplemente que sufrían algún trastorno conductual. El joven adolescente es todavía muy inseguro y antes escuchará a uno de sus amigos que a sus padres, aunque sus influencias no sean las más adecuadas, introduciéndose muchas veces en la llamada delincuencia juvenil.

Los adolescentes necesitamos, al igual que los niños, de una vida familiar segura, de un entorno adecuado donde poder encontrar la estabilidad que nos conducirá hacia la madurez. Desorientados por las contradicciones internas, buscan con afán un afecto y dirección donde poder comprender qué les está pasando. Su propio yo le deja desorientado y busca en agrupaciones, en valores espirituales… comprensión y cariño. Se quiere al amigo, se le admira, se confía en él y hasta se le imita.

Los padres tendrían que fomentar el acercamiento afectivo hacia su hijo adolescente, porque en ese vínculo es donde equilibraremos al adolescente para lograr que esa etapa sea recordada como una de las mejores de su vida y no como la peor.

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