Llega el Día D. Se acerca el temido examen de Física y Química y las dudas sobre lo que lo que se controla y lo que hay que repasar se acumulan. Abel ha inventado una entrevista con su padre, quien se encargará de resolver su problema con los enlaces iónicos, covalentes y metálicos.
Jueves por la tarde. Mañana es el examen final de Física y Química y necesito al menos un 7 para conseguir una media de Notable, que era lo mínimo que les había prometido a mis padres en esa asignatura. Me dirijo a darle el enésimo repaso al libro y voy pasando las cosas que tengo la completa seguridad de que me sé: «Cambios de unidades, me lo sé; fuerzas, sabido; formulación, sin problemas; distintas definiciones, en general, bien; notación científica, con los ojos cerrados; pendientes, al dedillo; densidades, también; enlaces, ahí me estanco. ¡Y los cambios de estado! ¡Y la configuración electrónica!¡Lo tengo bastante flojo! ¡Sé algo, pero por encima! ¡No lo entiendo tal y como viene en el libro! ¡Cuando lo explicaron en clase estaba distraído! ¿Qué hago? Sólo necesito un par de explicaciones y ya está». Pues no tengo otro remedio, haré lo mismo de siempre en estas situaciones:
Pregunta.- Oye, papá. ¿ Me podrías explicar unas cositas sobre el examen de mañana?
Respuesta.- Sí, a ver, ¿qué problemas tienes?
P.- Pues, lo de los enlaces iónicos, covalentes y metálicos. ¿Cómo va eso?
R- A ver, los enlaces iónicos se producen al unir átomos de metales, como el hierro, y no metales, como el azufre. Los enlaces covalentes suelen producirse entre no metales entre ellos, y no metales con el hidrógeno. Y en los enlaces metálicos se unen metales entre ellos formando otros metales. Si solamente es eso, no hay más, por ahora.
P.- Bueno, no creo que pregunte en mucha profundidad, pues sólo nos dictó esto y nos lo explicó poco.
R- – Bien, ¿algo más?
P.-Sí. Los cambios de estado de un material. Nos dirán que pasemos un trozo de hielo de tantos gramos a tantos grados bajo cero hasta un líquido a tantos grados sobre cero.
R- Ah. Eso es fácil. Os lo mandarán a hacer casi siempre con agua, ¿no? Pues sólo tienes que multiplicar la masa, pongamos 100 gramos, por el calor específico del hielo, que es 0´5 cal/g, y por los grados que necesitas para llegar a cero, que digamos que son 9ºC, pues te dará como resultado 450 calorías. En el segundo paso, multiplicamos la masa por el calor de fusión del hielo, que son 80 cal/g, te darán 8000, y ya tenemos agua. Por último, te queda multiplicar la masa, que siguen siendo 100 gramos, por el calor específico del agua, 1 cal/g, y por los grados que quieras alcanzar, que pueden ser 30ºC, y te dan 3000 calorías. Sumas el resultado en los tres pasos y te darán… 11.450 calorías que es la energía que hay que aplicar a ese hielo para que alcance la temperatura deseada. ¿Vale?
P.- Sí, sí, ahora lo tengo claro, es que con los ejercicios resueltos del libro no lo entendía bien.
R- – Bueno, ¿alguna duda más?
P.- La última. ¿Cómo se hace la configuración electrónica de la corteza de un átomo?¿ Y para luego saber los protones, neutrones y electrones de valencia que tiene?
R- – Vamos a ver. Lo primero es saber el número atómico y el número másico. Si tenemos, por ejemplo, el cloro, sabemos que su número atómico es el 17, que a su vez es el número de protones y electrones. El número másico es 35, si le restamos los protones a este número, nos da de resultado el número de protones, que es 18 en este caso. Nos queda la configuración, que seria 1s2, 2s2 2p6, 3s2 3p5 porque…
P.- Sí, de eso ya me acuerdo. Lo de las s, p, d, f y g que hay seguir un orden determinado para introducir los electrones en los niveles del átomo. Sí, eso lo sé y es muy fácil. Lo que no sé es de dónde se saca el número de electrones de valencia.
R- Pues mira, coges el nivel más alto que haya, en este caso el 3, y sumas los coeficientes que tengan, es decir, 5+2 y te da como resultado el número de electrones de valencia. Ya tienes los protones, los neutrones, los electrones, la configuración electrónica y los electrones de valencia. ¿Alguna duda más?
P.- No. Muchas gracias. Me ha quedado todo clarísimo
R- ¿El resto, te lo sabes?
P.- Sí, muy bien.
R- Venga, dale el último repaso a esto y a por ese notable, ¿eh?
P.-¡A por él!
«Bien. Mañana, si no tengo ningún lapsus, iré con todo sabido y no tendré grandes dificultades». Mañana se verá.