En España no han faltado a lo largo de los siglos brillantes científicos, técnicos e ingenieros que dejaron tras de sí el fruto de su inventiva, muchas veces genial y casi nunca apreciada por la sociedad y por las instituciones oficiales.
Ya en el siglo IX, Abbas Firnas, natural de Ronda, inventó un planetario, un reloj y una esfera armilar e intentó el vuelo con un traje de seda revestido de plumas y un par de alas.
En el siglo XI, el astrónomo Azarquiel, que vivió en Toledo y en Córdoba, construyó un curioso reloj de agua que aún funcionaba en 1133 e inventó un tipo de astrolabio llamado «azafea», así como un planetario al que denominó «lámina de los siete planetas», perfeccionamiento de otro similar de Ibnal-Samnh.
El ingeniero Juanelo Turiano (siglo XVI) construyó relojes y autómatas (la mayoria de ellos por encargo de Carlos I), así como un artilugio para elevar agua desde el río Tajo hasta el Alcázar de Toledo; tenía casi 20000 piezas y su estructura se basaba en 48 torres de cazos oscilantes movidos por grandes ruedas hidráulicas.
Pocos años más tarde, Jerónimo de Ayanz desarrolló trajes de buzo equipados con aparatos respiratorios, efectuando en 1602 una desmostración de su funcionamiento en el río Pisuerga, en presencia del rey Felipe II. Otra idea suya fue una barca submarina, totalmente cerrada, en la que el aire se renovaba por medio de fuelles. También inventó una máquina de vapor, que patentó en 1606, un siglo antes que Thomas Newcomen patentara la suya, en 1712.
El gerundense Juan Roget (siglo XVII) inventó el anteojo. Contemporáneo suyo fue Juan de Hecera Bodagoitia que ideó un teleférico y lo utilizó para transportar carga en las minas aunque el honor de su invención ha recaído de forma oficial en el inglés Hodgson, que vivió dos siglos más tarde.
En 1787 Agustín de Betancourt y Molina consiguió establecer comunicación telegráfica entre Madrid y Aranjuez – fue el verdadero precursor, o inventor, del telégrafo-, y tres años después el médico catalán Francisco Salvá Campillo fabricó un aparato que reducía el número de hilos conductores necesarios para una transmisión.
El ingeniero Narcís Monturiol (1819- 1895) inventó dos modelos de submarino -ambos denominados Ictíneo-, el primero de ellos de propulsión manual y el segundo, a vapor. Posteriormente, en 1888, el teniente de navío Isaac Peral (1851-1895) construyó en acero un submarino torpedero armado con una especie de cañón sumergible y tres proyectiles.
En 1923, el ingeniero murciano Juan de la Cierva Codorniu (1895-1936) inventó el autogiro, precursor de los helicópteros actuales, y con el que efectuó en 1928 el vuelo Londres-París, y seis años más tarde, la ruta desde Gran Bretaña a España y regreso. El autogiro era un avión convencional provisto de un rotor libre que ayudaba a la sustentación del aparato y permitía despegues y aterrizajes casi verticales.
Para finalizar esta breve reseña histórica, no se debe olvidar al ingeniero y matemático cántabro Leonardo Torres Quevedo (1852-1936), que llevó a cabo la construcción de sofisticados autómatas jugadores de ajedrez, así como una máquina de calcular que hacía posible la resolución de ecuaciones algebraicas de todo tipo. En 1904 presentó a la Academia de Ciencias de París el «telekino» sistema que permitía el mando a distancia de una máquina por medio de ondas hercianas. Dirigió también la construcción de un transbordador aéreo, junto a las cataratas del Niágara, y también se le debe el proyecto de un dirigible articulado que reunía las características de los dirigibles rígidos y los flexibles.
La importancia del estudio de la Tecnología
Aunque el talento del inventor nace muchas veces con la persona, no hay que olvidar que el estudio de la Tecnología puede despertar en nosotros aptitudes que creíamos inexistentes.
Una educación tecnológica aporta a la persona un conjunto de capacidades y conocimientos relacionados con el proceso que va desde la identificación y análisis del problema hasta la construcción de un objeto, máquina o sistema capaz de facilitar su resolución. Este proceso integra la actividad intelectual y la actividad manual, y atiende de forma equilibrada a todos los componentes de la Tecnología (científico, técnico, social y cultural, metodológico y de representación gráfica y verbal).