Lorenzo es un joven ansioso de aventuras que un día se adentra en el bosque y se encuentra con un hada. Este personaje misterioso le propone ir a la cascada para obtener un tesoro. Pero todo cambia cuando aparece un gnomo…
Hace muchos años, en los tiempos que todavía los trolls perseguían a los gnomos y las hadas volaban por los bosques con total libertad, la gente vivía en la eterna oscuridad, donde hacía frío y no se podía mirar a más de dos metros de distancia con la luz de la luna…
Voy a contar la historia de un chico que siempre tenía ansias de más, que no se conformaba con las cosas normales y que siempre le buscaba la quinta pata al gato. Esto le solía causar problemas. Pero en este caso él no tenía ni idea de lo que le iba ocurrir…
Lorenzo iba una noche, como cualquier otra, por el bosque buscando aventura, intentando romper la monotonía, cuando de pronto se encontró con un hada un poco misteriosa. Ésta le decía que si quería ser rico, (él pensó que así podría comprar todos los candelabros que quisiera, y los candelabros en aquellos tiempos eran muy importantes ya que no existía la luz solar, y era su único medio para salir de casa y poder ver). Él, cómo no, se interesó muy rápidamente. El hada le explicó que si iba a la cascada del poblado y si allí decía tres veces Luz aparece, y dale oro a quien lo merece, recibiría su recompensa.
Lorenzo salió volando hacía la cascada, pero de camino se encontró con un gnomo que le dijo:
–Jovencito, ¿dónde vas tan deprisa si en este poblado no hay cascada?–
Lorenzo le contesto:
–Tú lo que quieres es robarme mi oro, o piensas que soy tonto.
El gnomo se echó a reír y salió corriendo.
Lorenzo siguió corriendo hasta llegar al lugar de la cascada, pero cuando llegó no había cascada ni nada.
Entonces fue él el que se echó a reír; no se lo podía creer. De pequeño había ido a jugar siempre a esa cascada, y ahora de repente, ¡chas!, había desaparecido…
Lorenzo se fue apenado para su casa y de camino se encontró con el hada. El hada le preguntó que por qué no había dicho las palabras, él le contestó que debido a que ya no existía cascada. El hada le replicó que por qué no insistía y volvía a intentarlo. Lorenzo por no aburrirse pensó: ¿Por qué no?, total no pierdo nada…
Fue volando otra vez hasta la cascada, y cuando llegó, esta vez sí que había cascada. Entonces Claudio dijo:
–Luz aparece, y dale oro a quien lo merece, luz aparece y dale oro a quien lo merece, luz aparece, y dale oro a quien… pero bueno, ¿qué haces otra vez tú aquí?–
Apareció de nuevo el gnomo que se había encontrado antes
– …Ya me dirás cómo hiciste para que desapareciera la cascada antes, pero vale, da igual, dentro de nada seré rico; tú ya no me importas. Déjame en paz y vete, venga, que tengo cosas que hacer…
El gnomo se rió, pero esta vez no se fue y le preguntó:
–¿Qué pasa si te digo que el tesoro que vas a recibir, lo vas a tener que compartir con todo el mundo?
Lorenzo le contestó:
–¡Ja, ni lo pienses…! El que encuentra el tesoro se lo queda, no pienso compartirlo con nadie -le dijo Lorenzo al gnomo con aires de superioridad.
El gnomo le contestó:
–Sólo una cosa más. Yo soy el dueño del tesoro, y como me has caído bien te lo daré a ti… pero prométeme que lo compartirás con todo el mundo…
–Si tú eres el dueño del tesoro; vale te lo prometo. Tú también me estás empezando a caer bien– Contestó Lorenzo.
–Pues, vale; ya puedes decir las palabras mágicas-.
Lorenzo dijo:
–Luz aparece y dale oro a quien lo merece, luz aparece, y dale oro a quien lo merece, luz aparece, y dale oro a quien lo merece.
Entonces empezó a salir una luz muy grande del horizonte, como si fueran mil candelabros, más o menos, y Lorenzo gritó:
–Es el lingote de oro más grande que he visto en mi vida. Gracias, gnomo; muchas gracias, por cierto, ¿Cómo te llamas?
El gnomo le contestó ilusionado: Me llamo Sol ; encantado de conocerte…
Entonces Lorenzo le dijo con sonrisa maligna:
–Muchas gracias, Sol. Pero yo me voy a por mi tesoro, y ahí te quedas tú, sotonto, que te he engañado y me he ganado un tesoro para mí solo..
Lorenzo empezó a correr hacía el tesoro pensando que era super listo y que había engañado al gnomo, pero él no se daba cuenta que ese tesoro era el sol. Sí, esa estrella gigante que ilumina todos los días nuestro planeta, y que gracias a Lorenzo tenemos nosotros.
Cuenta la leyenda que Lorenzo corrió y corrió hasta caer muerto de cansancio, la avaricia acabó con él, pero nunca alcanzó el sol. Nadie podría ser capaz de una acción semejante, por lo menos vivo…