Ante los asombrosos acontecimientos que se están sucediendo durante los últimos meses en Oriente Medio y que amenazan el orden mundial, la sociedad se pregunta por las razones que pueden desembocar en un conflicto bélico. El imperio contraataca.
Bajo las aparentes buenas intenciones del presidente norteamericano, George W. Bush, se esconden intereses económicos, concretamente petrolíferos, que en ningún caso justificarían una campaña militar. Los planteamientos que expone de cara a la opinión pública son la creación de un gobierno democrático en Irak y conseguir, de una vez por todas, el restablecimiento del equilibrio mundial tras los atentados del 11-S y el infructuoso bombardeo sobre Afganistán, pero ya no engaña a nadie. Muestra de ello son las recientes manifestaciones a lo largo y ancho del mundo en rechazo de la inminente guerra.
A Bush le crecen los enanos por momeOriente Meduio sentos, pero sigue contando con el apoyo «fiel y desinteresado» de algunos de sus amigos, a los que ha terminado de convencer tras largas jornadas en el rancho tejano y prometiéndoles grandes cantidades de «oro negro». Además, a España le ofrece ayuda antiterrorista para tratar de erradicar a ETA y a Turquía 30.000 millones de € por dejar que las tropas estadounidenses pasen por su territorio.
Blair y Aznar se mantienen firmes a su lado e intentan por todos los medios persuadir a terceros para que se unan a su causa. Por otro lado, el eje franco-alemán gana adeptos y consigue formar una fuerte oposición ante los deseos del imperio americano. También es cierto que las causas de ésta oposición tan radical, no son intereses altruistas. Francia esconde bajo sus argumentos pacifistas contratos petrolíferos favorecedores con el régimen iraquí, y derechos en exclusiva para la reconstrucción del país, gravemente sumido en una crisis económica tras la que es hasta el momento la única Guerra del Golfo.
Ante esta grave crisis global cabe preguntarse la función y el poder que tienen los organismos internacionales, llámense ONU u OTAN, que no consiguen ejercer ninguna medida de presión, ni tampoco poner de acuerdo a la mayoría de los países ante la presente situación. Los inspectores parecen no conseguir avances y, además, no se pronuncian ni a favor ni en contra sobre la posesión o no de las ya famosas armas de destrucción masiva, creando un clima de incertidumbre e inestabilidad. Llegado a este punto, las dudas nos surgen en torno a la seguridad estadounidense sobre la tenencia por parte de Sadam Hussein de las armas.
La guerra se traslada al mismo tiempo al escenario político español. Parece ser que la oposición quiere sacar tajada electoral de la corriente pacifista que se expande en Europa. En vez de tener una opinión propia, se limitan a oponerse frontalmente a los planes del gobierno, sin ofrecer alternativas viables y sufriendo una «amnesia política», ya que estos hechos ocurrieron con los papeles cambiados en 1990, y la oposición mantuvo una postura abierta al diálogo y a la búsqueda de las soluciones pertinentes, incluso el líder de IU, Gaspar Llamazares se mete en el ajo y califica a la mayoría de los manifestantes españoles como sus votantes, y a Aznar como incompetente.
Pero la principal razón por la que ésta ni ninguna guerra deberían producirse es por los grandes perjudicados en todos los conflictos bélicos, los civiles. Lo pierden todo y pasan a ser refugiados en los países vecinos. Ante todo ésto, lo primero que se debería hacer sería agotar todas las acciones diplomáticas, y más en estos momentos en los que no se sabe a ciencia cierta quien tiene la razón, ya que el ejecutivo norteamericano no aporta pruebas convincentes, y basa sus tesis en suposiciones. La situación está al rojo vivo, ¿en qué acabará todo esto?