Los adultos siempre han sido dentro del núcleo familiar los que han aportado la ayuda económica a la familia. La sensación interior es de bienestar y seguridad, pero todo cambia cuando un adulto alcanza su jubilación. Entonces pasa de ser un miembro más de la familia a ser un estorbo que ya ha alcanzado la vejez. Además nos parece que ya no es útil en la sociedad y le aparcamos como si ya no tuviese sentimientos propios del ser humano. Comienza la depresión en los jubilados.
Lo que ha ocurrido es que la edad de jubilación se ha anticipado en los últimos tiempos. Esto se ha producido para dar paso a las nuevas generaciones y así poder ofrecerles una perspectiva laboral. Muchos se han jubilado antes de los 60 años y por lo tanto son personas que todavía tenían despierto el cerebro y las funciones físicas prácticamente al 100% han visto reducir su actividad a mínimos. Como toda su vida han servido a la sociedad ahora no saben qué hacer.
Esta es una situación muy perjudicial y muchos de los ancianos se sienten inservibles y ya no tienen ganas para seguir viviendo. Acostumbrados a levantarse cuando suena el despertador, relacionarse con sus compañeros de trabajo, tener una vida al margen de su propia familia rica en conocimientos, ahora no son capaces de orientar su vida y se sienten invadidos por una emoción nueva denominada Depresión.
Lo que habitualmente hay bajo esa emoción es la sensación de pérdida, ya que ahora les resta demasiado tiempo por ocupar.
No tienen ningún consuelo. Lo único que pueden hacer es asumir que su marcha no implica necesariamente un reconocimiento de inutilidad, sino simplemente que los puestos de trabajo están regulados por una normativa y esa dice que entre 60 y 65 años ya puedes jubilarte.
Si uno se siente joven en su interior no tiene que creer que envejece porque cumple años y la sociedad ya no lo necesita. Muy al contrario tiene que aprovechar la oportunidad que les brinda la sociedad laboral para ahora que todavía están con fuerzas tanto físicas como mentales poder hacer todo aquello que por falta de tiempo no han podido hacer a lo largo de su vida. Seguro que siempre habían deseado tener un descanso o dejar de trabajar. Ahora pueden vivir una vida mas apaciguada, lejos del estrés y apartada de la rutina. Hay que elaborar ese nuevo cambio en la vida y tratar de disfrutarlo en lugar de escoger la opción de deprimirse y amargarse.
Yo como adolescente creo que, a pesar de que ahora esté a tiempo para hacer multitud de cosas, llegará un momento en el cual me pararé a pensar en un sinfín de cosas que quizás no halla probado por falta de tiempo. Al llegar a una edad madura se debe cambiar los pensamientos negativos de «no sirvo para nada» por «todavía soy útil». Si así pensáis así os sentiréis. Y, sobretodo, vivir el presente porque eso es lo único que tenemos.