El autor del artículo hace una reflexión en voz alta sobre la manera de cómo los jóvenes se «divierten» en los fines de semana. ¿Estáis de acuerdo con lo que en él se expone?
Si, somos jóvenes. Es una época difícil en la que tienes ciertas libertades, aunque a cualquier chico/a de 17 años le parecen pocas. ¿Por qué no se paran a mirar a sus padres? ¿Ven acaso que ellos se diviertan mucho?
Ellos trabajan 10 horas diarias, si no más, para que sus hijitos puedan salir por ahí y divertirse y, ¿cómo se lo agradecen? Quejándose y exigiéndoles más dinero y llegar más tarde cada fin de semana.
También, por qué no, podía hablaros de cómo los jóvenes se divierten. Para ello nada mejor que contaros más o menos como transcurre un sábado normal.
Generalmente se queda en un bar barato y cutre donde sirvan «cachis» de kalimotxo a un precio razonable, o en un parque o zona donde la policía no pase muy a menudo y esté más o menos apartado. Entre cachi y cachi se fuman algún «porrito» y salen del bar un par de horas después con una especie de «pedo» muy curioso, mezcla de alcohol y «kosto».
Nada más salir, a no ser que sean muy pocos, se separan.
Unos corren a seguir fumando y los otros se van donde está la marcha.
Casualmente todos llegan a ese «mítico» sitio a la misma hora, media hora arriba o abajo. No sé si por naturaleza o por necesidad, siempre hay otro sitio al que se va otro par de horas después, debe ser para no apalancarse o irse directamente a casa.
Allí lo único que cambia es la función o el lugar, porque la gente es la misma. Allí se acaba la exaltación y se empieza a tranquilizar la gente. En vez de kalimotxo, se toman «cubatas» y en vez de «porros» buscan «rollos».
Y todo esto para qué, pues para que llegue el lunes y puedas presumir de algo ante los colegas.
Esta es la diversión de la juventud y, por cierto, yo soy uno de ellos.