Parece increíble pensar que el chicle sea algo prohibido, pero en Singapur es una realidad. A partir de ahora los habitantes de este país podrán comprar en las farmacias chicles sin azucar pero sólo con receta médica: ¿por qué?

Singapur permite la importación exclusiva de chicles sin azúcar y utilizados para fines terapéuticos.
Puede parecer inverosímil que una costumbre tan inocente y pueril como puede ser mascar chicle llegue a prohibirse.

Esta práctica milenaria tuvo su origen en Yucatán donde se empleaba el jugo o látex de un árbol llamado sapodilla para fabricar goma de mascar, que utilizaban los nativos de la región.

Esta costumbre de éxito inesperado pronto traspasó las fronteras de Yucatán para convertirse en entretenimiento para los ociosos, antiestrés para los desasosegados, sustitutivo para los fumadores desesperados y cómo no, en acicate para los párvulos cosechados por sus progenitores.

Esta nueva mina de riqueza atrajo la atención de los empresarios capitalistas que encontraron en el chicle la respuesta idónea para aumentar sus incipientes fortunas. Primero «Bazoca» y después «Gummer» se pusieron en boga entre los más jóvenes, fueron el motivo de expulsión de muchos estudiantes e incluso llegó a convertirse en el símbolo irrefutable de la juventud.

Pero lo que en un principio podía parecer tan insignificante hoy puede llegar a considerarse un «daño público». En Singapur la venta de chicle está tajantemente prohibida desde hace una década por causar inconvenientes a los usuarios del transporte público debido a la cantidad de ellos que aparecen pegados en los asientos.

Este impedimento ha contrariado al gigante de la goma de masticar, es decir, EE.UU., quien ha iniciado recientemente la negociación de un tratado libre de comercio con la ciudad-estado, que como respuesta ha permitido la importación exclusiva de la goma de mascar utilizada para fines terapéuticos y sin azúcar, la cual sólo podrá adquirirse en farmacias siempre y cuando el cliente esté provisto de receta médica.

Lo que hace tiempo nació como una insignificante práctica propia de una comunidad americana hoy se ha convertido en motivo de disputa entre EE.UU y Singapur debido a los grandes beneficios económicos que aporta.

Tal vez deberíamos plantearnos cómo puede calificarse el hecho de mascar chicle como «un daño público» mientras los fumadores pasean impunes mancillando además de las calles el aire o se permite navegar a los barcos monocasco de más de 15 años que transportan mercancías peligrosas y causan daños irremediables en nuestras costas. Tal vez deberíamos distinguir lo verdaderamente importante de las meras bagatelas.

 

Trabajo original