La investigación científica llevada a cabo en los laboratorios hará posible la satisfacción del capricho de los padres en la elección de sus hijos, además de poder evitar enfermedades prematuras antes de que se produzcan. Pero, evidentemente, los bebés a la carta acarrean un debate moral y va en contra de las leyes de la naturaleza…

Antes era la naturaleza la que se encargaba de elegir si seríamos agraciados con un niño o una niña. Ahora, tendremos la posibilidad de elegir a nuestros bebés a la carta.
En un principio se investigó esta posibilidad para poder evitar enfermedades hereditarias, como la hemofilia, que se transmite de las madres a los hijos varones.

Sin embargo, en algunos países ésta práctica se está llevando a cabo sin que intervengan razones médicas de por medio, sino tan sólo por el puro antojo de incorporar a la familia un hijo de uno u otro sexo. Ahora bien, el hecho de que en ciertos países se permita esto puede acarrear serias repercusiones. Pensemos por ejemplo en el caso de China, en donde tener una niña se considera una desgracia para la familia. Si se pudiese elegir aquí el sexo del bebé ¿quién elegiría tener una niña? Todo el mundo tendría varones y a la larga se crearía un desequilibrio demográfico.

Es cierto que el progreso no se puede detener pero… ¿Qué hay de las consecuencias? Si hemos subsistido millones de años dejando simplemente a la naturaleza elegir ¿por qué cambiarlo ahora? Sí, es cierto que algunos pueden alegar que la ciencia ha logrado, por ejemplo, alargar la esperanza de vida, pero no olvidemos que también ha sido la ciencia la que ha creado algunas de las enfermedades m ás mortíferas que existen y armas cuyo objetivo no es más que el de destruir la vida.

Quebrantar este azar natural constituye, además, el paso previo de una aberrante aceptación del aborto indiscriminado, siempre que el sexo del niño no concuerde con las preferencias o gustos de los padres. ¿Elegir el sexo de nuestros hijos no es, en cierto modo, una discriminación? ¿Es correcto progresar en el estudio de las enfermedades que desafían los remedios convencionales de la medicina a costa de aniquilar una esperanza de vida? Porque no olvidemos que esos embriones son seres vivos, humanos en potencia.
Aun así hay que pensar si negar este derecho y condenar al niño a padecer la enfermedad, por un lado, o a no ser aceptado en su familia, por otro, es lo más correcto.

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