Cuando cambiamos de año tenemos siempre el propósito de cambiar algo de nuestra vida: que vamos a cambiar nuestra forma de ser, que vamos a estudiar más,… y en este año, que vamos a cambiar hasta nuestra moneda nacional.

Nuestra querida peseta ha iniciado su proceso de desaparición. Desde el 2 de enero la Bolsa cotiza en Euros, los precios van apareciendo en Euros y ya nos estamos volviendo locos calculando el cambio de los sueldos y demás actividades económicas. 

Pero ¿va a ser del todo bueno el cambio al Euro en nuestra vida cotidiana?

Adelantándonos al futuro, vamos a colocarnos en el día 22 de diciembre del 2002. Como se puede adivinar, es el día del tradicional sorteo de la Lotería de Navidad. Al imaginarme a los niños del colegio de San Ildefonso, con su particular soniquete, cantar:
«veintidós mil trescientos cuarenta y cinco: novecientos Euros», me parece que queda un poco cortado, ¿no?
Ahora un coche costará alrededor de 9.000 Euros, ¿a que dicho en la nueva monedita parece barato? ¡menudo timo!

También vamos a pensar en nuestros pobres «menos jóvenes». Lo más seguro es que confundan un billete de cien Euros con uno de los antiguos de cien Pesetas. Seguro que alguno dirá «¡jo!, si mi abuelo me da la paga y ahora se confunde, me forro en dos días».

Las tradicionales rebajas de Enero pasarán a ser las rebajas de las calculadoras y el regalo estrella de las Navidades del 2001 van a ser los convertidores en Euros.

Si los estudiantes siempre hemos tenido fama de tener muy poco dinero, ahora con más motivo porque no tendremos mas que monedas y tener un billete de cien Euros va a ser un lujazo. ¿Y para comprar? tendremos que llevar dos carros, uno para la compra y el otro para el cambio. Por favor, detectores de metales lejos porque nos van a pitar todos.

A la Peseta, despedirla como se merece y siempre ha sido conocida:

¡Adiós, Rubia!

Trabajo original