El Museo Altamira es desde 2001 un centro para la conservación, la investigación y la difusión de la Cueva de Altamira y la Prehistoria. La Cueva de Altamira, la exposición Los Tiempos de Altamira, que incluye la Neocueva, las actividades culturales y los talleres de tecnologías prehistóricas son sus puntos de máximo interés. Alumnos de 1º de ESO del Colegio La Salle de Santander nos cuentan su experiencia.
Dentro de la Programación prevista en el Área de Ciencias Sociales para 1º de ESO, el viernes 18 de febrero nos desplazamos hasta Santillana del Mar para visitar el Museo de Altamira. La visita se estructuró en tres momentos diferentes. En la Neocueva pudimos hacernos un idea de cómo vivían los hombres en el Paleolítico Superior. En la sala de las pinturas pudimos comprobar la calidad de la reproducción de las pinturas rupestres (realizadas en roca), así como el detalle con el que pintaban a los diferentes animales que ellos cazaban. Algunas de ellas estaban realizadas en espacios que no superaban el metro de altura, aprovechando salientes de la roca.
En el museo nos encontramos, además, con una serie de paneles que nos explicaban el proceso de hominización desde Homo Habilis hasta Homo Sapiens. Junto a ellos, unos videos de corta duración ilustraban cómo cazaban, cómo cocinaban y cómo tallaban el silex. Aunque quizás lo que más nos gustó fue poder ver los útiles líticos que se encontraron en Altamira.
Si bien, la actividad estrella de la visita fueron los talleres. A diferencia del año pasado, este año realizamos tres talleres diferentes.
En el taller de la caza, aprendimos la forma de tallar el silex, así como lo importante que era realizar una lanza. Comprobamos que valía más la maña que la fuerza, pues no todo era fuerza. Las lanzas alcanzaban distancias importantes gracias al uso de los propulsores.
En el taller del fuego, comprobamos la importancia que tenía éste en la vida de Homo Sapiens. El calor, la luz, o su uso en la cocina, convertían al fuego en un accesorio imprescindible que había que dominar. Aprendimos a conseguir fuego de dos modos diferentes, con el choque de dos piedras y frotando un palo sobre otro trozo de madera en el suelo.
El último de los talleres que realizamos fue el de la pintura. Aparte de mancharnos un poco, dejamos grabadas nuestras manos en el Museo una vez que nos explicaron a utilizar los aerógrafos. Antes de ponernos a pintar, nos explicaron de dónde se obtenían los pigmentos.