La alta tecnología genera muchos residuos tóxicos que son enviados a los países asiáticos, donde se generan verdaderos vertederos de estos aparatos que contienen sustancias muy tóxicas, tanto para el medio ambiente como para las personas que los manipulan.

El desarrollo de la alta tecnología trae parejo el grave problema del reciclaje de los residuos. Ante ello, numerosas organizaciones y países buscan soluciones para un problema más serio de lo que todos creen.

Según un reciente informe de la Silicon Valley Toxics Coalition (SVTC), Estados Unidos exporta a Ásia entre un 50% y un 80% de sus equipamientos electrónicos caducos (ordenadores, televisores, teléfonos móviles…) Aunque son recogidos por empresas especializadas son, a menudo, amontonados en contenedores y almacenados en buques de carga para acabar en los vertederos públicos asiáticos. En ellos la mano de obra local extrae por unos sueldos escasísimos, a mano desnuda y con riesgo para la salud, algunos elementos reciclables.

Estos deshechos son altamente tóxicos y representan un problema muy grave, al no existir en éstos países medidas para enfrentarlos.

Las tarjetas electrónicas constituyen uno de los ejemplos más claros de esta problemática y quizás menos  conocidos por la sociedad. Dichas tarjetas contienen una variedad de elementos químicos peligrosos, como el arsénico, el plomo, el cromo, el níquel… que al ser abandonados se convierten en elementos tóxicos para la gente que los manipula. Sin embargo este riesgo no se limita sólo a los seres humanos, sino que se extiende a todo el medio ambiente, al ser abandonados en muchos casos cristales, circuitos y plásticos a orillas de los ríos; además de la contaminación del agua por desechos tóxicos como plomo, cadmio o mercurio ya citados anteriormente.

¿Qué hacer con ellos?

Las soluciones no son fáciles. Muchas de las naciones desarrolladas han creado planes dirigidos a reciclar este tipo de desechos y disminuir lo más posible el impacto ambiental que pueden tener algunos de sus componentes.
Los organismos que luchan para que las industrias implicadas tomen conciencia del problema proponen que dich as industrias fabriquen máquinas más fáciles de desmontar, con más piezas reutilizables y con menos productos peligrosos para la salud, así como la reducción de las exportaciones de desechos peligroso a países subdesarrollados (Convención de Basle).

En California, por ejemplo, ya es ilegal tirar el ordenador o el televisor a la basura. Asimismo, y por razones de imagen, algunos constructores como Hewlett Packard han puesto a punto el programa E-Waste Take Back, que consiste en hacerse cargo del reciclaje de los desechos. Pero el propietario debe aportar su propio material caducado y pagar entre 20 y 40 dólares.

Ningún otro constructor de materiales de alta tecnología ha secundado la iniciativa. Por ello, El estado de California prevé crear una tasa de 10 dólares para financiar su reciclado.
A la vista de todo ello parece que nos encontramos ante un problema de difícil solución, si contamos además que el mercado de la alta tecnología no para de crecer en los países ricos y cuyo desarrollo supone también un ritmo de renovación muy elevado de los materiales.

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